lunes, 28 de septiembre de 2009
Honduras: un caso ejemplar.
El caso de Honduras se vuelve cada vez más interesante por un lado, y patético y lamentable por el otro. No me tomaré la molestia de explicar el caso a los que ya lo deben conocer bien ni a los que por no conocerlo no les interesa saber más de él.
Lo cierto es que la posición tomada por el presidente Lula luego de la crisis en la embaja brasileña en Tegucigalpa me dejó perplejo. Yo esperaba una actitud de estadista respetuoso por parte del presidente de Brasil, cuando fue totalmente al contrario, demostró unas pretensiones intervencionistas y conspiradoras bastante descepcionantes. Al final todo resultó ser una acción planeada por Brasil para incrementar las fronteras de su "esfera de influencia" sobre una que por tradición le ha pertenecido a México y a Estados Unidos. Mala suerte para Lula que tiene que contar con un colaborador como Chávez, semejante bocón, que le empantanó toda la operación. Por una vez aplaudo la torpeza de Chávez.
Pero a lo que quiero llegar; desde las posiciones tomadas desde la OEA, Brasil y la negligencia de México y Estados Unidos (sin hablar de la conspiración del bloque del ALBA), ¡incluyendo de a momentos al presidente costarisense Oscar Arias, supuesto mediador! de las declaraciones hechas por los distintos presidentes, cancilleres y por Insulza, se dibuja una opinión ideológica bastante preocupante para mí. La voy a tratar de exponer, como yo la entiendo, de la manera más clara y directa posible: "No importan los errores, atropellos y violaciones constitucionales que hace ningún presidente y a los que somete a su país. Lo que importa es que los presidentes gobiernen tranquilamente y sin interrupción todo su período constitucional, sin derecho a réplica por parte de ningún otro órgano del Estado o del descontento popular mismo".
Esta parece ser la ideología de todos los presidentes latinoamericanos, develada en el curioso caso de Honduras. Nadie recuerda que fue la Corte Suprema de Honduras la que dictaminó una orden de captura sobre el presidente Zelaya por violación de la Constitución e intento de usurpar el poder presidencial. La opinión internacional parece decir "no importa, él es el presidente y nadie tiene derecho a hacerle eso a él". Y además, no importa cuando detrás de la orden de la Corte Suprema y la posterior acción de los militares, se encuentran millares de ciudadanos manifestantes en contra de Zelaya. Lo que ésta opinión aparenta decir es lo siguiente: "el pueblo y el Estado como su representación, es sólo soberano cuando elige al presidente. Una vez hecha ésta decisión la soberanía reside en el presidente hasta que culmine su mandato." (Recuerdos de la crítica de Rousseau al sistema político parlamentario de Gran Bretaña, donde la soberanía sigue residiendo explícitamente en el parlamento y no en el pueblo. Democracia ejemplar, ¿eh?) ¿Les parece que es exagerado? ¡Pues mirémos el caso de Honduras! Todo parece apuntar a que ese país se salvó de un tirano, y que una buena parte del pueblo, junto con el apoyo de la gran mayoría de las instituciones del Estado están en contra del señor Zelaya. ¿Entonces por qué insisten? ¡Esta es una guerra en la que la sociedad internacional del Hemisferio Occidenbtal respalda a un tipo, a un individuo, en contra de un país entero, en contra de su pueblo! ¿No es ésto absoluta insensatez? ¿Se ha convertido el presidencialismo en un dogma de fe en nuestro continente? ¿Todo el poder para el presidente? ¿Qué está pasando en Latinoamérica?
Honduras tomó una decisión, correr el riesgo de deponer a un tirano en potencia antes de correr el riesgo de que ese tirano se haga en la acción. Esto lo comprobarán las elecciones. Elecciones que el mismo Insulza a tenido el descaro de desacreditar por adelantado afirmando que es Zelaya quien debe volver al poder, no un nuevo presidente electo. ¿En qué demonios está pensando Insulza? ¿Es que ahora la legitimidad y la soberanía recaen sobre las "cabezas coronadas" de los presidentes y no sobre la autoridad verdaderamente legítima de una decisión popular? Todo ésto tiene un significado en la ideología política latinoamericana: el presidencialismo está por encima de la democracia.
Mi punto aquí no es defender el gobierno de Micheleti (cosa que varios ya saben que de hecho si hago), sino establecer un criterio crítico sobre la manera como la sociedad internacional de nuestro continente aborda la crisis. La conclusión que yo hago de todo mi análisis es que si el Sistema Interamericano se está terminando de desarrollar como una alianza para defender al presidencialismo por encima de la democracia y de la verdadera soberanía popular, entonces ese sistema y todo su aparato internacional no valen nada para nosotros, los comúnes ciudadanos, sistema que, entonces, debemos denunciar y si es posible enterrar. El señor Insulza, con la idiotéz que le es tan característica, se está encargando de que la OEA se convierta cada vez más en enemiga de los pueblos de nuestro continente, mientras funciona como refugio para los presidentes corruptos y en exceso ambiciosos. Lo mismo le podría estar pasando a la ONU en mayor escala (caso Sudán, por ejemplo), tema que se sale por completo de mi comentario, pero que personalmente declaro como una presagio de un sistema internacional caduco y obsoleto que funciona como obstáculo de la verdadera soberanía popular. Aplaudiré el día que toda esa gigantesca burocracia internacional sea despedazada y el sueño internacionalista utópico se termine de una vez por todas.
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