viernes, 11 de septiembre de 2009

El último rey de Esparta.

Κλεομένης ο 3ος της Σπάρτης

Cleómenes III, (griego: Κλεομένης) fue rey de Esparta por 13 años entre los años 235 y 222 a.C. y llevó acabo una serie de reformas con el objetivo de regresar a su ciudad a aquellos años de grandeza de Leónidas y Lysander o a someter a los espartanos a un gobierno unipersonal.
¿Quién fue Claómenes de Esparta? Para algunos como Polibio fue un hábil tirano que derrocó el gobierno de los éforos y con un discurso demagógico que evocaba las glorias de la antigua constitución de Licurgo privó a los espartanos de su libertad, expropió a los ciudadanos ejemplares de sus propiedades, impuso leyes de educación contrarias a los tiempos que vivía el mundo heleno y arrazó el Peloponeso con guerras como un aventurero. Para otros como Plutarco fue un héroe de su patria que trató de revivir las glorias de antiguos reyes, derrocar el régimen de unos éforos que gobernaban a través de la corrupción y el vicio, reformar la moral pública que se había perdido entre el libertinaje de los placeres de un mundo griego sometido por las monarquías macedónicas. Para unos un tirano reaccionario contrario al espíritu de su tiempo, para otros un reformador virtuoso y valiente que hábilmente tuvo al Peloponeso bajo su control por un breve período de tiempo.
Hablo de Cleómenes porque está entre mis personajes antiguos preferidos junto con otros como Temístocles, Camilo y Escipión Africano el Viejo. ¿Por qué? No estoy muy seguro, pero debe tener que ver con el hecho de que buscó reformar el espíritu de libertinaje y decadencia de su ciudad y con los pocos recursos materiales de Esparta logró llevar la guerra dentro de las fronteras de la Liga Aquea y derrotar en batalla múltiples veces a los megalopolitanos, corintios, argivos, aqueos e incluso al Rey de Macedonia. En un mundo cuyas fuerzas se volcaban en su contra maniobró con sus escazas fuerzas para salir victorioso mientras la Fortuna se lo permitió. ¿Un aventurero? quizá. Pero aventureros fueron hombres como Carlomagno, Pizarro, Federico II de Prusia o Simón Bolívar. El recuerdo de sus conquistas y victorias descabelladas nos sorprenden cada vez que las contemplamos.
Cleómenes fue derrotado junto a su hermano en las colinas de Selasia a pocos kilómetros al norte de Esparta por Antígono de Macenodia. Estaba superado numéricamente y se enfrentaba al que para entonces era el ejército profesional más letal de la antigüedad. Se exilió en Egipto y vivió con sus más cercanos colaboradores y patriotas espartiatas en la corte de un rey afeminado y pusilánime: Tolomeo Filopátor. Siempre atento a los acontecimientos en el Peloponeso para retornar a su patria con sus mercenarios y retomar el proyecto político que la Fortuna no le permitió continuar. En la corte de un rey licencioso que le temía producto de sus vicios y complejos trató de ganarse el favor de Tolomeo para que le ayudara a retomar el poder en Esparta, pero los cortesanos del rey lo aislaron. Cleómenes murió con sus hombres en un intento de rebelión contra Tolomeo para escapar de Egipto. Eran doce espartiatas armados hasta los dientes corrieron una noche por Alejandría llamando a la rebelión en favor de Cleómenes, pero nadie acudió a su llamado. Rodeados por las fuerzas del rey y sin posibilidad de escapatoria todos cometieron suicidio antes de ser capturados por tropas egipcias.
Me pregunto por qué el recuerdo de Cleómenes es tan débil en nuestra cultura popular. Un rey de grandes ideas y ambiciones que luchó por retornar a su patria a sus antiguas glorias pero resultó vencido por la fuerza de sus tiempos y escogió una muerte honorable junto a sus hombres a ser humillado por las tropas de un rey despreciable. Escribo para honrar la memoria de un gran hombre que en la contemporaneidad pasa injustamente ignorado.

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