jueves, 5 de agosto de 2010

La Primera Tentación de Cristo

En los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas nos es transmitido el momento de las tentaciones. Cristo, luego de ser bautizado en el Jordán por San Juan Bautista, y ser proclamado por el Espíritu Santo como Hijo de Dios, se aparta por cuarenta días y cuarenta noches en el desierto para ayunar y meditar. El Diablo se le aparece y lo provoca con tres discursos. En el primero el Diablo le propone que, en vista de que está padeciendo de hambre y de que es Hijo de Dios, convierta las piedras del desierto en panes para saciar su hambre. He aquí una reflexión sobre este momento:

"Jesús tiene que entrar en el drama de la existencia humana, pues eso pertenece al núcleo de su misión; tiene que penetrarlo completamente, hasta lo más hondo de su profundidad, para así poder encontrar 'la oveja perdida', para así cargarla sobre sus hombros, y traerla a casa" (p. 26)

Pablo en su carta a los Hebreos: "Pues porque él mismo ha sufrido y ha sido tentado, él es capaz de ayudar a aquéllos que son tentados" (Hebreos 2:18). "Pues porque nosotros no tenemos un sumo sacerdote que sea incapaz de simpatizar con nuestras debilidades, pero uno que en todo respecto ha sido tentado como nosotros, sin embargo sin pecado" (Hebreos 4:15).

"En el corazón de todas las tentaciones, como vemos aquí, está el acto de empujar a un lado a Dios porque lo percibimos como secundario, si no realmente superfluo y molesto, en comparación con todos los asuntos aparentemente mucho más urgentes que llenan nuestra vida. Crear un mundo por nuestra propia luz, sin referencia a Dios, construyendo sobre nuestras propias bases; reusando reconocer la realidad de cualquier cosa más allá de lo político y material, mientras ponemos a Dios a un lado como una ilusión- esa es la tentación que nos amenaza en muchas formas variadas. (...) [La tentación] pretenden mostrarnos un mejor camino, donde nosotros finalmente abandonamos nuestras ilusiones y nos aboquemos al trabajo de hacer verdaderamente al mundo un mejor lugar. Reclama, aún más, de hablar de verdadero realismo: lo que es real es lo que está justo en frente de nosotros- poder y pan. En comparación, las cosas de Dios se funden en la irrealidad, en un mundo secundario que nadie realmente necesita" (p. 28-29).

"Dios es el asunto: Es él real, la realidad misma, o no lo es? Es él bueno, o tenemos que inventarnos al bien nosotros mismos? La cuestión de Dios es la cuestión fundamental, y nos pone justo en la encrucijada de la existencia humana" (p. 29).

"El Marxismo- bastante comprensiblemente- hizo este punto específico [la conversión de las piedras en panes] el núcleo de su promesa de salvación: procuraría el que nadie más pasaría hambre más nunca y que 'el desierto se convertiría en pan'" (p.31).

"Cuando Dios es considerado como un asunto secundario que se puede apartar temporalmente o permanentemente sobre la base de cosas más importantes, es precisamente éstas supuestas cosas más importantes las que terminan siendo nada. No es sólo el advenimiento negativo del experimento marxista lo que prueba esto.
La ayuda ofrecida por el Occidente a países en desarrollo ha sido puramente técnica y materialmente basada, y no sólo ha dejado a Dios fuera de la pintura, pero ha apartado a los hombres de Dios. Y esta ayuda, proclamando orgullosamente 'saber mejor', es en sí misma lo que primero volvió al 'Tercer Mundo' en lo que hoy significa para nosotros ese término. Ha apartado a un lado las estructuras religiosas indígenas, éticas y sociales y ha llenado el vacío con su mentalidad tecnocrática. La idea era que podríamos convertir las piedras en panes; en cambio, nuestra 'ayuda' sólo ha dado piedras en lugar de los panes. El asunto es la primacía de Dios. El asunto es reconocer que él es una realidad, que él es la realidad sin la cual nada más puede ser bueno. La historia no se puede desprender de Dios y entonces correr sobre líneas suaves y puramente materiales. Si el corazón del hombre no es bueno, entonces nada más puede tornarse bueno tampoco. Y el bien del corazón humano puede al final venir sólo de Aquél que es El Bien, quien es Dios mismo" (p. 33-34)

"Es en éste mundo que estamos obligados a resistir los engaños de filosofías falsas y reconocer que nosotros no vivimos sólo de pan, pero primero y por sobre todo por la obediencia de la palabra de Dios. Sólo cuando esta obediencia es puesta en práctica se desarrolla la aptitud que también es capaz de proveer pan para todos" (p. 34).


Los anteriores pasajes los he sacado del libro Jesús de Nazaret, publicado por el Papa Benedicto XVI en el año 2007, en su versión en inglés de la editorial Doubleday en Nueva York.

Traigo a colación estos fragmentos ubicados en el segundo capítulo del libro, dedicado a las Tentaciones de Jesús, como parte de mi cruzada personal para propagar el mensaje actual de la Iglesia frente a sus múltiples y expandidos detractores. La necesidad de volver a Dios a través del mensaje de Cristo es apremiante en un mundo que cada vez se desvía más hacia su propia disolución. No es casualidad el aumento del pesimismo en la mente de los Occidentales de hoy. Luego del fracaso del proyecto Ilustrado en su culminación definitiva luego de la caída del muro de Berlín, el mensaje del progreso ha quedado totalmente desacreditado. Con ello el mensaje del Cristianismo nos queda como el único apelativo al sentido común en un mundo sin Dios y que pareciera avanzar a la deriva, sin rumbo y a la espectativa de una tragedia todavía por continuar.

2 comentarios:

Cayetano dijo...

El mensaje cristiano es positivo siempre. Un mensaje de paz, amor al prójimo, sacrificio personal...Lo malo es el conjunto de instituciones y personas que viven a expensas del mensaje original, desvirtuándolo con frecuencia, y no dando ejemplo de virtudes cristianas, sino a veces de todo lo contrario.
Son muchos los que reivindican un cristianismo de base, al margen de manipuladores que medran gracias a él.
Un saludo.

Thaelman dijo...

Compañero Manuel,

Es por ello que decimos que los hombres son corruptibles, y que también aquellos (o mejor dicho, especialmente aquellos) que ejercen cargos públicos, donde se incluye el sacerdocio, son propensos también a caer en el vicio. Las intituciones, por otra parte, son incorruptibles en tanto símbolos culturales.

Saludos.