domingo, 25 de abril de 2010
El ser humano: lo metafísico. Unas palabras de Heidegger
En anteriores entradas he procurado introducirme en el tema de lo que hace al humano humano y lo diferencia de los animales. El tema no es espurio, especialmente en vista de concepciones darwinistas que reducen lo humano a mera biología, con la necesaria consecuencia de que lo que hace a un hombre mejor a otro son sus cualidades fisiológicas. Nunca se exagera cuando se combate esta visión biologicista del hombre. Y a propósito de mi anterior cuestionamiento sobre la naturaleza real del ser humano, leyendo Heidegger (¿Qué es llamado Pensamiento?) me he topado con estos párrafos de muchísimo valor pedagógico, que sirve para nuestra discusión. Traduzco:
"Si seguimos la tradición y llamamos los sensual "físico," entonces la razón, lo supra-sensual, es lo que va más allá de lo sensual, lo físico; en griego, "más allá" es μετά (metá); μετά τά φυσικά (metá tá fysiká) significa más allá de lo físico, lo sensual; lo supra-sensual, al pasar más allá de lo físico, es lo metafísico. El hombre concebido como el animal racional es lo físico excediendo lo físico; en resumen -en la naturaleza del hombre como el animal racional, está agrupado el paso de lo físico a lo no-físico, lo supra-físico: así el hombre en sí mismo es lo metafísico." (Heidegger: What is Called Thinking?: p. 58).
"Para recordarnos sobre la definición esencial del hombre, Nietzsche lo llama el animal todavía indeterminado. Esto implica: homo est animal rationale. "Animal" no significa sólo cualquier ser viviente; las plantas, también, tienen vida, sin embargo no podemos llamar al hombre un vegetal racional. "Animal" significa bestia. El hombre es la bestia dotada con razón. La razón es la percepción de lo que es, lo cual siempre significa también lo que puede ser y debe ser. Percibir implica, en orden ascendente: dar bienvenida e integrar; aceptar e integrar el encuentro; agarrar cara a cara; emprender y mirar a través -y esto significa hablar a través. En latín hablar a través es reor; en griego ρεω (reo) es la habilidad de agarrar algo y verlo a través; reri es ratio; animal rational es el animal que vive al percibir lo que es, en la manera descrita. La percepción que prevalece dentro de la razón produce y aduce propósitos, establece reglas, provee medio y vías, y afina a la razón a los modos de la acción. La percepción de la razón despliega mientras esta multiplicidad proporciona, lo cual es primero que todo y siempre una confrontación, una presentación cara a cara. Así uno puede también decir: homo est animal rationale -el hombre es el animal que confronta cara a cara. Un simple animal, como un perro, nunca confronta nada, no puede nunca confrontar nada en su rostro; para hacerlo, el animal tendría que percibirse a sí mismo. No puede decir "yo," no puede hablar del todo. En contraste el hombre, de acuerdo con doctrinas metafísicas, es el animal confrontador que tiene la propiedad de que puede hablar. Sobre esta definición esencial -la cual no es, sin embargo, nunca pensada más completamente hasta sus raíces -está entonces construida la doctrina del hombre como la persona, cuya doctrina puede ser a partir de aquí expresada teológicamente. Persona significa la máscara del actor a través de la cual su cuento dramático es dicho. Si es el hombre el percibidor que percibe lo que es, nosotros podemos pensarlo como la persona, la máscara, del ser." (Ibid: p. 61).
Dejo estas reflexiones de una de las mentes más iluminadas del siglo XX para la reflexión sobre nuestro tema. Si lo que diferencia al ser humano de los animales es precisamente esa cualidad metafísica, supra-sensual, lo que nos diferencia entre humanos es también metafísico, y las diferencias físicas, como la raza, la estirpe, o la salud, son irrelevantes e intrascendentes en cuanto a lo que se refiere entre humanos. Por ello, toda concepción darwinista del hombre, como simples cuerpos bilógicos, no nos diferencia de los caballos, lo cual haría a un hombre pura sangre mucho más valioso que un hombre mezclado. Esta idea ya tuvo sus expresiones políticas en el siglo XX, y todos sabemos cuáles fueron. Repito, nunca está de más denunciar esa idea reducida del hombre que parte de principios darwinistas.
martes, 20 de abril de 2010
Liberalismo casi republicano
En una nota previa hablé de von Hayek y de mi explicación a lo que yo creo que es un grave prejuicio del pensamiento liberal (prejuicio que comparte, aunque de manera diferente, con el socialismo). Mi argumento no es contrario al individuo, pero crítico de la postura radical del liberalismo en su favor, evitando siempre desencadenar el colectivismo, uno de los errores más nefastos de la modernidad. Dentro de todo, von Hayek sigue siendo un liberal, pero en el cierre de su obra Camino de Servidumbre, establece unos criterios fundamentales con una claridad que me han dejado atónito. El que él, en tanto liberal, puntualice sobre estos detalles, es una contradicción con los principios individualistas del liberalismo clásico (del laissez faire), pero señala un avance en el pensamiento de los liberales en el siglo XX. Me refiero a detalles que hacen un llamado a aspectos comunitarios y a criterios comunes como justificación de la lucha en contra del Big Government (la burocracia centralizada), y la importancia del autogobierno local como forma de sustitución de los gobiernos dirigidos desde las capitales. Esto se sale por completo de la ortodoxia liberal e incursiona en pensamiento republicano. Al final von Hayek encalla en el individualismo. Sigue siendo liberal (y por tanto tiene una visión contradictoria); pero este llamado a lo común ya nos habla de un despertar en el pensamiento del siglo XX, y es una señal de que aquél liberalismo romántico del siglo XIX quedó más que sepultado. Con esto quiero abrir un par de citas que voy a compartir con ustedes, y cuyo contenido comparto casi al cien por ciento:
"Pocas dificultades debe haber para planificar la vida económica de una familia, y relativamente pocas para una pequeña comunidad. Pero cuando la escala crece, el nivel de acuerdo sobre la gradación de los fines disminuye y la necesidad de recurrir a la fuerza y a la coacción aumenta. En una pequeña comunidad existirá unidad de criterio sobre la relativa importancia de las principales tareas y coincidencia en las normas de valor, en la mayoría de las cuestiones. Pero el número de estas decrecerá más y más cuando mayor sea la red que arrojemos; y como hay menos comunidad de criterios, aumenta la necesidad de recurrir a la fuerza y la coerción. (...) Cuando se trata de ayudar a personas cuyos hábitos de vida y formas de pensar nos son familiares, o de corregir la distribución de las rentas o las condiciones de trabajo de gentes que nos podemos imaginar bien y cuyos criterios sobre su situación adecuada son, en lo fundamental, semejantes a los nuestros, estamos generalmente dispuestos a hacer algún sacrificio" (von Hayek: 1944)
"Difícilmente preservaremos la democracia o fomentaremos su desarrollo si todo el poder y la mayoría de las decisiones importantes corresponden a una organización demasiado grande para que el hombre común la pueda comprender o vigilar. En ninguna parte ha funcionado bien, hasta ahora, la democracia sin una gran proporción de autonomía local, que sirve de escuela de entrenamiento político, para el pueblo entero tanto como para sus futuros dirigentes. Sólo donde la responsabilidad puede aprenderse y practicarse en asuntos que son familiares a la mayoría de las personas, donde lo que guía a la acción es el íntimo conocimiento del vecino más que un saber teórico sobre las necesidades de otras gentes, puede realmente el hombre común tomar parte en los asuntos públicos, porque éstos conciernen al mundo que él conoce. Cuando el objetivo de las medidas políticas llega a ser tan amplio que el conocimiento necesario lo posee casi exclusivamente la burocracia, decaen los impulsos creadores de las personas particulares" (Ibid).
¡Estos pasajes son maravillosos! Aunque luego de argumentar a lo largo de todo el libro por motivos casi estrictamente económicos, y las virtudes del libre mercado, concluye con una argumentación de caracter absolutamente político. Ya no es sólo el valor del individuo como sujeto económico lo que hace un llamado en contra del Estado burocrático, sino el valor concreto que tiene la política y los cosas comunes para los ciudadanos de un país libre. Claro, von Hayek sigue siendo modesto en estas conclusiones, pero están tomadas en cuenta con mucha atención. No es del todo republicano; todavía la impronta liberal economicista es fuerte; pero se nota ya un conocimiento sobre la importancia de lo común en la vida del ciudadano y sólo harían falta unos años antes de que Arendt publicara La Condición Humana.
"Nunca evitaremos el abuso del poder si no estamos dispuestos a limitarlo en una forma que, ocasionalmente, puede impedir también su empleo para fines deseables" (Ibid).
"Pocas dificultades debe haber para planificar la vida económica de una familia, y relativamente pocas para una pequeña comunidad. Pero cuando la escala crece, el nivel de acuerdo sobre la gradación de los fines disminuye y la necesidad de recurrir a la fuerza y a la coacción aumenta. En una pequeña comunidad existirá unidad de criterio sobre la relativa importancia de las principales tareas y coincidencia en las normas de valor, en la mayoría de las cuestiones. Pero el número de estas decrecerá más y más cuando mayor sea la red que arrojemos; y como hay menos comunidad de criterios, aumenta la necesidad de recurrir a la fuerza y la coerción. (...) Cuando se trata de ayudar a personas cuyos hábitos de vida y formas de pensar nos son familiares, o de corregir la distribución de las rentas o las condiciones de trabajo de gentes que nos podemos imaginar bien y cuyos criterios sobre su situación adecuada son, en lo fundamental, semejantes a los nuestros, estamos generalmente dispuestos a hacer algún sacrificio" (von Hayek: 1944)
"Difícilmente preservaremos la democracia o fomentaremos su desarrollo si todo el poder y la mayoría de las decisiones importantes corresponden a una organización demasiado grande para que el hombre común la pueda comprender o vigilar. En ninguna parte ha funcionado bien, hasta ahora, la democracia sin una gran proporción de autonomía local, que sirve de escuela de entrenamiento político, para el pueblo entero tanto como para sus futuros dirigentes. Sólo donde la responsabilidad puede aprenderse y practicarse en asuntos que son familiares a la mayoría de las personas, donde lo que guía a la acción es el íntimo conocimiento del vecino más que un saber teórico sobre las necesidades de otras gentes, puede realmente el hombre común tomar parte en los asuntos públicos, porque éstos conciernen al mundo que él conoce. Cuando el objetivo de las medidas políticas llega a ser tan amplio que el conocimiento necesario lo posee casi exclusivamente la burocracia, decaen los impulsos creadores de las personas particulares" (Ibid).
¡Estos pasajes son maravillosos! Aunque luego de argumentar a lo largo de todo el libro por motivos casi estrictamente económicos, y las virtudes del libre mercado, concluye con una argumentación de caracter absolutamente político. Ya no es sólo el valor del individuo como sujeto económico lo que hace un llamado en contra del Estado burocrático, sino el valor concreto que tiene la política y los cosas comunes para los ciudadanos de un país libre. Claro, von Hayek sigue siendo modesto en estas conclusiones, pero están tomadas en cuenta con mucha atención. No es del todo republicano; todavía la impronta liberal economicista es fuerte; pero se nota ya un conocimiento sobre la importancia de lo común en la vida del ciudadano y sólo harían falta unos años antes de que Arendt publicara La Condición Humana.
"Nunca evitaremos el abuso del poder si no estamos dispuestos a limitarlo en una forma que, ocasionalmente, puede impedir también su empleo para fines deseables" (Ibid).
sábado, 17 de abril de 2010
Dos Dogmas: Evolución vs. Creación
Desde hace más o menos un siglo un nuevo dogma ha surgido en la mente del hombre moderno occidental, lo cual no es más que una prueba adicional de que los occidentales somos dogmáticos y universalistas en nuestras pretensiones. Este nuevo dogma es la evolución. Hoy en día se utiliza para desacreditar a cualquier forma de creyentes en el mito de la creación (la palabra mito proviene del griego mythos, que significa "la palabra dicha", y que en principio no es contradictoria con logos, que significa algo como "conocimiento racional", aunque comúnmente se ponen estas dos palabras como opuestas). ¿Por qué es motivo de escándalo y burla el que alguien, especialmente si es una autoridad politizada, afirme su convicción en el mito de la creación sobre la teoría de la evolución? ¿No es acaso esta actitud otra forma de dogmatismo, ya no en las Sagradas Escrituras sino en el conocimiento científico? ¿Hasta qué punto las ciencias, que cada cierto tiempo se desmienten a sí mismas de manera recurrente, son hoy en día la base de donde todo el espíritu dogmático de occidente se construye? Yo he optado por darle mi voto de confianza a las ciencias, como técnica del hombre para controlar a la naturaleza; no necesariamente para conocerla por completo. Tal cosa no está del todo demostrada.
Ahora a lo que vamos, la evolución es hoy en día abanderada como una verdad absoluta e incontrovertible por los que creen en ella. Es casi una creencia religiosa. Sin embargo no se puede dudar de que existan pruebas contundentes de la evolución de las especies vivas de la tierra. Por este motivo voy a dar una breve explicación de por qué creo que el tema de la evolución del ser humano está totalmente desviada. No niego que la evolución sea una teoría plausible para explicar el estado actual de la naturaleza. Negarlo sería el extremo de la ceguera. Afirmarlo sería descartar buena parte del mito de la creación como se nos presenta en las Sagradas Escrituras. Dios no creó al mundo en siete días; lo cual vendría a ser la interpretación mitológica muy antigua del pueblo judío, mucho antes del milagro griego y del surgimiento del logos. Hasta aquí el argumento de la evolución parece aceptable. El punto clave está en lo siguiente: la teoría de la evolución de Darwin, biologicista en extremo, no puede explicar el surgimiento del ser humano como ser espiritual. Es decir, carece de todo contenido metafísico que explique el problema del sujeto de lo humano, y por ende nos deja como si fuéramos simples máquinas biológicas en estado de constante evolución. Esto contradice la propia experiencia de nuestra existencia subjetiva, el hecho de que tenemos conciencia de sí. Biológicamente se puede explicar la naturaleza humana, pero no al espíritu humano, que queda por completo descartado en el análisis evolucionista, como si no existiera. Amigos, esto no es más que un prejuicio cientificista. La ciencia no demuestra ni refuta absolutamente nada que tenga que ver con el espíritu humano. Tal tema sencillamente se le va de las manos. En principio ni siquiera se planteó que tal cosa fuera su objeto de estudio. Por ello, la creencia de que los seres humanos no somos más que primates, repotenciados cerebralmente a través de un proceso de evolución biológica, no sólo no está ni cerca de ser demostrada, sino que no puede ser demostrada jamás, porque el brinco de la biología a la metafísica es algo que la teoría de la evolución no puede abordar de ninguna manera dentro de su método. De esta carencia metodológica inherente a la ciencia, a descartar automáticamente la existencia del espíritu humano, no es más ni menos que un prejuicio.
Mi respuesta a ello, y el punto en el que, como cristiano, rescato el mito de la creación como metáfora del surgimiento del espíritu humano, es que lo que nos diferencia de los animales, lo humano en sí, lo que ha sido llamado por los filósofos de distintas maneras (ser racional, animal político, ser moral, conciencia de sí, sujeto existencial, acción y discurso, etc.), es producto de un milagro creado y dado a nosotros por Dios. Si bien el universo tiene miles de millones de años siendo, y si bien la vida surgió en el planeta Tierra, y sólo luego de otros tantos millones de años de evolución biológica surgió en un animal lo humano en sí, no puede ser explicado por nada más que por un milagro. Ese salto de seres animales concientes absolutamente sólo del presente e inconcientes por completo de la noción del "yo", a una capacidad casi ilimada (en comparación con el estadio anterior de los animales) de nuestra mente, tener conciencia de nosotros como sujetos individuales y de los otros en tanto tales, del desarrollo de las artes hasta los niveles más sublimes, de la comprensión de la naturaleza hasta el nivel más abstracto y de la capacidad de pensar y formar ideas sumamente complejas, y en definitiva, la capacidad de ponernos en contacto con lo universal divino (con Dios), es un fenómeno totalmente milagroso que no se comprende de ninguna manera dentro de esquemas biologicistas. La típica explicación cientificista y psicologicista de las creencias del ser humano en entes divinos es que las culturas primitivas, que al no conocer nada de la naturaleza, utilizan a la deidad como sustituto, o a una necesidad ingenua de los individuos de tener fe en algo trascendental para darle sentido a sus vidas. Si se debe a cierto primitivismo cultural y psicológico, ¿por qué los animales, mucho más primitivos que nosotros, no sienten necesidad de lo divino y universal? ¿En qué momento de la evolución dejamos de creer en lo inmanente de la naturaleza y pasamos a creer en lo trascendente de Dios, para luego volver a creer en lo inmanente de la naturaleza gracias a la propia evolución? Este regreso parece contradictorio, y no explica por qué las culturas primitivas y las psicologías ingenuas creen en Dios mientras que los animales, infinitamente más primitivos y más ingenuos, no lo hacen.
Hay algo muy dogmático en la creencia en la evolución del hombre. Un dogmatismo que compite con las creencias religiosas. La biología sólo entiende que somos electricidad circulando por el cerebro. No tiene manera de explicar nuestra conciencia de sujetos. Para ella somos sólo máquinas orgánicas vacías de contenido. He aquí donde ni la teoría de la evolución, ni ninguna de las ciencias logra aprehender al espíritu humano en sí mismo. Solo nos da detalles de nuestro funcionamiento biológico; detalles que son sumamente útiles pero que no nos explican en nada lo que realmente somos.
¿En qué momento nos hicismos humanos? y ¿fue esto producto de una evolución biológica o de un milagro de Dios?
Ahora a lo que vamos, la evolución es hoy en día abanderada como una verdad absoluta e incontrovertible por los que creen en ella. Es casi una creencia religiosa. Sin embargo no se puede dudar de que existan pruebas contundentes de la evolución de las especies vivas de la tierra. Por este motivo voy a dar una breve explicación de por qué creo que el tema de la evolución del ser humano está totalmente desviada. No niego que la evolución sea una teoría plausible para explicar el estado actual de la naturaleza. Negarlo sería el extremo de la ceguera. Afirmarlo sería descartar buena parte del mito de la creación como se nos presenta en las Sagradas Escrituras. Dios no creó al mundo en siete días; lo cual vendría a ser la interpretación mitológica muy antigua del pueblo judío, mucho antes del milagro griego y del surgimiento del logos. Hasta aquí el argumento de la evolución parece aceptable. El punto clave está en lo siguiente: la teoría de la evolución de Darwin, biologicista en extremo, no puede explicar el surgimiento del ser humano como ser espiritual. Es decir, carece de todo contenido metafísico que explique el problema del sujeto de lo humano, y por ende nos deja como si fuéramos simples máquinas biológicas en estado de constante evolución. Esto contradice la propia experiencia de nuestra existencia subjetiva, el hecho de que tenemos conciencia de sí. Biológicamente se puede explicar la naturaleza humana, pero no al espíritu humano, que queda por completo descartado en el análisis evolucionista, como si no existiera. Amigos, esto no es más que un prejuicio cientificista. La ciencia no demuestra ni refuta absolutamente nada que tenga que ver con el espíritu humano. Tal tema sencillamente se le va de las manos. En principio ni siquiera se planteó que tal cosa fuera su objeto de estudio. Por ello, la creencia de que los seres humanos no somos más que primates, repotenciados cerebralmente a través de un proceso de evolución biológica, no sólo no está ni cerca de ser demostrada, sino que no puede ser demostrada jamás, porque el brinco de la biología a la metafísica es algo que la teoría de la evolución no puede abordar de ninguna manera dentro de su método. De esta carencia metodológica inherente a la ciencia, a descartar automáticamente la existencia del espíritu humano, no es más ni menos que un prejuicio.
Mi respuesta a ello, y el punto en el que, como cristiano, rescato el mito de la creación como metáfora del surgimiento del espíritu humano, es que lo que nos diferencia de los animales, lo humano en sí, lo que ha sido llamado por los filósofos de distintas maneras (ser racional, animal político, ser moral, conciencia de sí, sujeto existencial, acción y discurso, etc.), es producto de un milagro creado y dado a nosotros por Dios. Si bien el universo tiene miles de millones de años siendo, y si bien la vida surgió en el planeta Tierra, y sólo luego de otros tantos millones de años de evolución biológica surgió en un animal lo humano en sí, no puede ser explicado por nada más que por un milagro. Ese salto de seres animales concientes absolutamente sólo del presente e inconcientes por completo de la noción del "yo", a una capacidad casi ilimada (en comparación con el estadio anterior de los animales) de nuestra mente, tener conciencia de nosotros como sujetos individuales y de los otros en tanto tales, del desarrollo de las artes hasta los niveles más sublimes, de la comprensión de la naturaleza hasta el nivel más abstracto y de la capacidad de pensar y formar ideas sumamente complejas, y en definitiva, la capacidad de ponernos en contacto con lo universal divino (con Dios), es un fenómeno totalmente milagroso que no se comprende de ninguna manera dentro de esquemas biologicistas. La típica explicación cientificista y psicologicista de las creencias del ser humano en entes divinos es que las culturas primitivas, que al no conocer nada de la naturaleza, utilizan a la deidad como sustituto, o a una necesidad ingenua de los individuos de tener fe en algo trascendental para darle sentido a sus vidas. Si se debe a cierto primitivismo cultural y psicológico, ¿por qué los animales, mucho más primitivos que nosotros, no sienten necesidad de lo divino y universal? ¿En qué momento de la evolución dejamos de creer en lo inmanente de la naturaleza y pasamos a creer en lo trascendente de Dios, para luego volver a creer en lo inmanente de la naturaleza gracias a la propia evolución? Este regreso parece contradictorio, y no explica por qué las culturas primitivas y las psicologías ingenuas creen en Dios mientras que los animales, infinitamente más primitivos y más ingenuos, no lo hacen.
Hay algo muy dogmático en la creencia en la evolución del hombre. Un dogmatismo que compite con las creencias religiosas. La biología sólo entiende que somos electricidad circulando por el cerebro. No tiene manera de explicar nuestra conciencia de sujetos. Para ella somos sólo máquinas orgánicas vacías de contenido. He aquí donde ni la teoría de la evolución, ni ninguna de las ciencias logra aprehender al espíritu humano en sí mismo. Solo nos da detalles de nuestro funcionamiento biológico; detalles que son sumamente útiles pero que no nos explican en nada lo que realmente somos.
¿En qué momento nos hicismos humanos? y ¿fue esto producto de una evolución biológica o de un milagro de Dios?
martes, 13 de abril de 2010
Las perturbaciones de Nietzsche
Cada vez que leo Nietzsche me desconcierto más. Quizá no sea producto de la truculencia de sus ideas y lo aterrador de sus conclusiones. Se debe, en buena medida, a ese estilo oscuro, cargado de juicios de valor, de aperente ausencia total de estructura y sin duda una carencia de sistema. En pocas palabras: Nietzsche es un desordenado. A veces creo que este desorden es adrede, como método para convencer al lector que en el mundo no existe unidad fuera de la que nosotros nos creamos a nosotros mismos para entenderlo. Que toda apariencia de unidad es vana y estéril, incluso castrante.
Tengo meses que no lo leo, pero en las consecutivas referencias que hacen de él Spengler, Heidegger y Foucault, pues me he visto en la necesidad de retomar La Voluntad de Poder. Es sin duda una lectura difícil y pesada. Incluso los niveles elevadísimos de abstracción de Heidegger me parecen más cómodos de leer (aunque creo que esto es ya algo mío). Ahora bien, superando la discusión metodológica y de lenguaje, Nietzsche es sin duda un autor perturbador. Es considerado como uno de los más importantes pensadores de su tiempo, pero creo que más por su capacidad destructora que por un verdadero compromiso por construir una alternativa. Quizá ni él mismo estaba tan claro de lo que proponía como de lo que quería destruir.
Hay algo de Nietzsche que apela al sentido común, a la experiencia cotidiana. Su lapidaria crítica contra la moral y sus expresiones en la filosofía y el cristianismo son importantes de leer, porque nos recuerdan varias cosas, y nos hace un llamado de atención a no exagerar. La moral, como Nietzsche la entendía; como la voluntad de poder de un grupo de personas que utilizan la dialéctica para tiranizar tanto a sus propios instintos, como a los instintos de los demás, desenmascarando la hipocresía de la inmoralidad del moralismo; es sin duda un fenómeno no poco común en nuestra sociedad. Esto se puede afirmar. Pero aquí tengo dos objeciones primordiales.
1) Lo que Nietzsche más critica de los moralistas y filósofos occidentales, su voluntad de poder basada en premisas absolutas; también él incurre en la falta de plantear premisas absolutas. La liberación total de los instintos, como aquello que hace a la vida placentera y emocionante, es también una exageración que desencadena el nihilismo más destructivo. Ya lo vimos en el siglo XX. Nietzsche, en su búsqueda por la honestidad intelectual, afirma sin pelos en la lengua que sus ideas se identifican con la supremacía de los fuertes y el dominio de la arbitrariedad sobre la moralidad e intelectualismo de los comunes (Sócrates). Por supuesto que Nietzsche defendía a diestra y siniestra al individuo y sus pulsiones instintivas, objetando cualquier forma de sometimiento moral. Pero no queda tan claro cuando entendemos que de su pensamiento se puede deducir ideologías como el nacional socialismo. Es totalmente errado relacionar directamente a Nietzsche con la monstruosidad de los nazis. Pero no es descabellado establecer una relación de causalidad desde las conclusiones nihilistas de su pensamiento a las premisas criminales del nacional socialismo. Es por ello que toda consecuencia nihilista del pensamiento puede desencadenar acontecimientos inesperados y monstruosos. (En todo caso, rescato la respuesta del Papa Benedicto XVI en su primera encíclita Deus Carita Est en la que argumenta en favor de un amor cristiano que exalte las bellezas de la vida y el placer de vivirla en contra de aquella idea del cristianismo como una disciplina monástica insensible y castradora).
2) Nietzsche es uno de esos grandes pensadores que busca la honestidad a toda costa. Que trata de reconciliarse consigo mismo y rechazar toda forma de máscara. Por eso es tan sórdido. Sin embargo, comete el error que tantos cometen: buscar la honestidad señalando la hipocresía de los demás. Es muy probable que muchos cristianos como muchos socialistas y republicanos (es decir, cualquier forma de pensamiento altruista), sean de hecho hipócritas. Pero es también muy cierto que no lo podemos saber. Incluso la conducta de una persona no nos demuestra a cien por ciento si esa persona siente o no culpa verdadera, si de hecho su conciencia juega de alguna manera algún papel. Claro, que luego de ver las contradicciones de todo altruista una y otra vez, por décadas, no nos queda otra cosa que juzgarlo de hipócrita. Pero hoy en día se abusa de ese insulto como si todos fuéramos jueces morales de la honestidad. Nietzsche es uno de ellos.
En definitiva, Nietzsche chillará todo lo que quiera, pero es verdad que existe una voluntad del hombre de actuar bien y de diferenciarse del mal. No es una voluntad universal, pero es una voluntad que existe en muchas personas. Eso no los hace peores ni hipócritas. También, por nuestro lado, hay que aceptar que si este mundo occidental pertenece hoy a algún pensador, es a Nietzsche. Hoy en día la individualidad está exaltada a unos niveles cuya expresión se manifiesta en fenómenos verdaderamente raros. Los gustos estéticos cada día son más vulgares y la cultura de las tribus urbanas es producto de una suerte de nihilismo gregario. Sin duda alguna, todo ello signo de una decadencia irreversible de Occidente que la mente clarividente de Nietzsche previó, resumida en su famosa frase "el desierto se extiende".
lunes, 5 de abril de 2010
Calumnian al Papa. Esta es mi opinión
Lamentablemente ha llegado la hora de hablar de la campaña mediática y calumniadora que se está llevando a cabo en contra del Papa Benedicto XVI. Primero establecer un punto que resulta obvio, pero parece que tiene que ser aclarado de todas maneras: la pederastia es un crimen lamentable y uno de los que precisamente ha hecho un llamado a combatirla es el Papa actual (a diferencia de los anteriores). Claro que el imperio mediático de la izquierda nihilista no está interesada en señalar el esfuerzo valiente y complejo que el Papa está haciendo para combatir este cáncer que devora a la Iglesia. Prefieren llevar a cabo una descarada e irresponsable guerra de calumnias que ha llegado al extremo de la insolencia más bárbara: exigir su renuncia. ¿De cuándo aquí el sumo pontífice es un cargo político sometido a la opinión pública? Bueno, el objetivo de esta campaña es precisamente someter al Vaticano a las reglas con las que someten a los gobernantes seculares. Sencillamente no va a pasar. Todos los católicos depositamos nuestra fe y esperanza en la resistencia de nuestro Santo Padre.
Ahora vayamos a los argumentos concretos y duros. Es cierto que la pederastia es un delito y debe ser condenado. Todos estamos de acuerdo con eso. Ahora, el imperio mediático de la izquierda nihilista quiere atribuirle toda la responsabilidad al Vaticano.
1) El Papa no es juez de nadie, sino el líder espiritual de todos los católicos del mundo. El no puede perseguir ni condenar a nadie legítimamente. Los papas de Edad Media emitieron condenas y desplegaban un poder temporal impresionante que hoy en día la Iglesia ni tiene, ni quiere tener. Entonces, se le saca en cara a la Iglesia su historia pasada de cómo abusó del poder secular, y ahora pretenden, de la manera más cínica, que utilice un poder de persecución y enjuiciamiento que ya no tiene, precisamente porque se apartó de ese pasado. El Papa no es un juez penal de la Iglesia ni de sus miembros, ni el Vaticano un tribunal. Esta responsabilidad, o en lenguaje jurídico potestad, recae sobre los tribunales de los distintos países donde el crimen se comete. ¿Por qué la prensa nihilista no hace un llamado de atención a sus fiscales y jueces que son los legítimamente encargados de este asunto? ¿Por qué apelar al Papa? No es más que la sistemática agresión mediática contra la Iglesia. No importa el motivo, ni los principios; el objetivo es atacar a la Iglesia sea como fuere, porque por algún motivo estas personas la detestan. Me pregunto por qué.
2) La Iglesia tiene una estructura interna y se divide en consejos episcopales que representan a los países. ¿No es así? Uno de los problemas consiste en que estos delitos son ocultados por los obispos locales que enfrentan la situación. Muchas veces el Papa ni se llega a entera de estos casos. Antes de ser nombrado Papa, tengo entendido que Ratzinger ocultó algunos casos en Alemania. Hay que estudiar el caso concreto. Sin embargo, la culpa no es transferible. El delito lo sigue cometiendo el ofensor, no la institución. Pero se insiste en culpar a la institución y a su líder por motivos prácticos y casi se ignora la figura concreta del criminal. Precisamente porque ahora Ratzinger es el Papa Benedicto XVI, con la majestad de la que está investido, hace un llamado a la justicia de los países a que tomen cartas en el asunto. ¡El personalmente no lo puede hacer! Pero claro, eso no es lo que le interesa a la prensa nihilista. Ellos quieren ver a Roma arder. No importa lo que cueste.
3) El Vaticano no tiene ni la autoridad legítima, ni la capacidad práctica para combatir por sí sola este cáncer que devora a la Iglesia. El Papa no sólo es el sumo sacerdote, es el administrador de toda una Iglesia Universal, que también es, precisamente por estar formada de hombres, sometida a las mismas tentaciones y a los mismos pecados. "Con la vara que midáis seréis medidos" dicen las palabras de Cristo, y toda la prensa nihilista está midiendo al Papa de una manera atroz, como si pretendieran que el Papa fuera un Dios, cuando la verdad es que es un hombre como cualquier otro sometido a las imperfecciones del mundo, y que debe atender el asunto tomando en cuenta muchas variables (precisamente por llevar sobre sí el peso de una autoridad tan grande e importante). Pero el cinismo de estos engreídos les hace creer que ellos pueden juzgar desde arriba como si fueran autoridades morales de algo. Pecan de soberbia. El Papa está haciendo lo que puede; hace un llamado a la justicia secular. Por otro lado lo critican y lo tergiversar cuando también hizo un llamado al perdón de los criminales. Compañeros, un llamado a los agredidos a que perdonen a sus agresores. ¡¿Y esa no es la enseñanza que nos imparte el cristianismo?! ¿No nos llama a perdonar? Pero la Iglesia no pega una con esta gente. Por el contrario quieren que vuelva a sus métodos inquisitoriales en los que juzgaba y castigaba, contrario a todos los principios de su creencia. Ahora que sí hace un llamado al perdón sin discriminar, y deja en la justicia secular y en Dios el juicio sobre los crímenes y pecados de cada uno, ah pues, ahora la Iglesia es negligente.
Es insólito, verdaderamente insólito; y me llena de indignación ver como toda esta campaña mediática injusta y cruel, contra un señor venerable y envestido de los poderes más sagrados, es llevada a cabo. Nadie niega el horror del crimen de la pederastia. Pero con esta gente la Iglesia no pega una. Se le critica cuando desplegó el mayor de los poderes y los métodos inquisitoriales. Ahora se le exige que lo vuelva a hacer cuando no le corresponde. Qué fácil es ser de izquierda, y pretender desde una cómoda posición criticar y criticar con aquella soberbia actitud de supuesto altruismo. "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra".
Ahora vayamos a los argumentos concretos y duros. Es cierto que la pederastia es un delito y debe ser condenado. Todos estamos de acuerdo con eso. Ahora, el imperio mediático de la izquierda nihilista quiere atribuirle toda la responsabilidad al Vaticano.
1) El Papa no es juez de nadie, sino el líder espiritual de todos los católicos del mundo. El no puede perseguir ni condenar a nadie legítimamente. Los papas de Edad Media emitieron condenas y desplegaban un poder temporal impresionante que hoy en día la Iglesia ni tiene, ni quiere tener. Entonces, se le saca en cara a la Iglesia su historia pasada de cómo abusó del poder secular, y ahora pretenden, de la manera más cínica, que utilice un poder de persecución y enjuiciamiento que ya no tiene, precisamente porque se apartó de ese pasado. El Papa no es un juez penal de la Iglesia ni de sus miembros, ni el Vaticano un tribunal. Esta responsabilidad, o en lenguaje jurídico potestad, recae sobre los tribunales de los distintos países donde el crimen se comete. ¿Por qué la prensa nihilista no hace un llamado de atención a sus fiscales y jueces que son los legítimamente encargados de este asunto? ¿Por qué apelar al Papa? No es más que la sistemática agresión mediática contra la Iglesia. No importa el motivo, ni los principios; el objetivo es atacar a la Iglesia sea como fuere, porque por algún motivo estas personas la detestan. Me pregunto por qué.
2) La Iglesia tiene una estructura interna y se divide en consejos episcopales que representan a los países. ¿No es así? Uno de los problemas consiste en que estos delitos son ocultados por los obispos locales que enfrentan la situación. Muchas veces el Papa ni se llega a entera de estos casos. Antes de ser nombrado Papa, tengo entendido que Ratzinger ocultó algunos casos en Alemania. Hay que estudiar el caso concreto. Sin embargo, la culpa no es transferible. El delito lo sigue cometiendo el ofensor, no la institución. Pero se insiste en culpar a la institución y a su líder por motivos prácticos y casi se ignora la figura concreta del criminal. Precisamente porque ahora Ratzinger es el Papa Benedicto XVI, con la majestad de la que está investido, hace un llamado a la justicia de los países a que tomen cartas en el asunto. ¡El personalmente no lo puede hacer! Pero claro, eso no es lo que le interesa a la prensa nihilista. Ellos quieren ver a Roma arder. No importa lo que cueste.
3) El Vaticano no tiene ni la autoridad legítima, ni la capacidad práctica para combatir por sí sola este cáncer que devora a la Iglesia. El Papa no sólo es el sumo sacerdote, es el administrador de toda una Iglesia Universal, que también es, precisamente por estar formada de hombres, sometida a las mismas tentaciones y a los mismos pecados. "Con la vara que midáis seréis medidos" dicen las palabras de Cristo, y toda la prensa nihilista está midiendo al Papa de una manera atroz, como si pretendieran que el Papa fuera un Dios, cuando la verdad es que es un hombre como cualquier otro sometido a las imperfecciones del mundo, y que debe atender el asunto tomando en cuenta muchas variables (precisamente por llevar sobre sí el peso de una autoridad tan grande e importante). Pero el cinismo de estos engreídos les hace creer que ellos pueden juzgar desde arriba como si fueran autoridades morales de algo. Pecan de soberbia. El Papa está haciendo lo que puede; hace un llamado a la justicia secular. Por otro lado lo critican y lo tergiversar cuando también hizo un llamado al perdón de los criminales. Compañeros, un llamado a los agredidos a que perdonen a sus agresores. ¡¿Y esa no es la enseñanza que nos imparte el cristianismo?! ¿No nos llama a perdonar? Pero la Iglesia no pega una con esta gente. Por el contrario quieren que vuelva a sus métodos inquisitoriales en los que juzgaba y castigaba, contrario a todos los principios de su creencia. Ahora que sí hace un llamado al perdón sin discriminar, y deja en la justicia secular y en Dios el juicio sobre los crímenes y pecados de cada uno, ah pues, ahora la Iglesia es negligente.
Es insólito, verdaderamente insólito; y me llena de indignación ver como toda esta campaña mediática injusta y cruel, contra un señor venerable y envestido de los poderes más sagrados, es llevada a cabo. Nadie niega el horror del crimen de la pederastia. Pero con esta gente la Iglesia no pega una. Se le critica cuando desplegó el mayor de los poderes y los métodos inquisitoriales. Ahora se le exige que lo vuelva a hacer cuando no le corresponde. Qué fácil es ser de izquierda, y pretender desde una cómoda posición criticar y criticar con aquella soberbia actitud de supuesto altruismo. "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)