Muy bien, no me puedo aguantar. Tengo que hablar de la última producción de Tarantino, Inglorious Basterd. Normalmente yo no comentaría las películas que me parecen malas. Sin embargo, ha surgido todo un movimiento de opinión en favor de un film tan lamentable, y la insistencia en las supuestas virtudes de lo que para mí es una de las películas más despreciables que he visto en años, que me veo en la obligación de explicar por qué detesto Inglorious Basterd.
El motivo es sencillo. Tarantino se burla de manera descarada de la inteligencia del público. Tarantino le está escupiendo en el rostro a su audiencia, la cual le devuelve el favor con aplausos y ovaciones.
1) A las personas que disfrutamos la historia, con frecuencia tiende a gustarnos mucho. Y cuando la historia se expresa a través de un género artístico, confiamos en que dicho género haga justicia al drama humano representado en la historia. No se trata de que los cineastas sean historiadores, ni las películas documentales. No. Se trata de que el arte sea un medio justo y virtuoso para la expresión de los acontecimientos pasados. De tal manera que una película podría ser de humor, y usar la historia para contar una comedia. De la misma manera podría usarse la propia historia para contar una tragedia. Inglorious Basterds no hace ni lo uno, ni lo otro. Esta película de Tarantino no hace otra cosa que burlarse de la historia misma. No usa la historia para contar ninguna comedia o tragedia. Es una expresión arrogante y despectiva sobre acontecimientos cuya gravedad todos muy bien conocemos. Y hay que decirlo: esto no es una tragedia, ni una comedia. Es una burla. Entonces cómo puede a alguien que le guste y admire la historia sentir gusto por una expresión artística que escupe y desprecia tanto la belleza como la gravedad de una historia tan real e impresionante, que fue el nazismo.
2) Sé que no todo el mundo sabe la diferencia entre nazi y soldado-alemán-de-la-Segunda-Guerra. Y sin duda, o Tarantino no la conoce, o sabiéndolo tiene el descaro de pretender lo contrario. El término nazi se utiliza para personas comprometidas con el partido Nacional Socialista Alemán. Nazi es un político; alguien inscrito en el partido, como lo son hoy los miembros de los distintos partidos liberales, socialistas, demócratas o republicanos. De tal manera, con la palabra nazi se le dice a alguien comprometido con el régimen y con su líder, Hitler. Un soldado alemán es, por el contrario, un ciudadano común que nació en una época donde su país inició una guerra. Independientemente de los motivos de la guerra, el ciudadano responsable acude al llamado de su nación, esté o no con el partido gobernante. La diferencia es clarísima, porque los nazi usaban uniformes diferentes e insignias diferentes que los oficiales y soldados de la Wehrmacht, que no necesariamente eran nazis. En Inglorious Basterds existe un uso indiscriminado, casi racista, de la palabra nazi. De tal manera los personajes van por allí matando y mutilando a jóvenes y soldados alemanes cualquiera, en una supuesta cacería de nazis. Esto es un uso despectivo y perverso de las realidades, como si todos los alemanes fueran nazis, asesinos de judíos (y es verdad también lo contrario. Al generalizar la palabra nazi, su significado concreto, con todas las repercusiones morales que implica, es banalizada y reducida en gravedad); todo lo cual es una vil mentira. Vil porque es racista y mentira porque los soldados de la Wehrmacht no eran necesariamente nazis, cosa que la película implica. Tarantino humilla y confunde de forma grotesca la identidad alemana con la perversa ideología nazi.
3) La película no tiene ningún propósito fuera de un placer sádico por la violencia y el sufrimiento humano. El nazismo ha sido uno de los fenómenos políticos más delicados y graves que se haya dado en la historia de Occidente. La caricaturización de un fenómeno tan preocupante -pero no para hacer con ella una comedia graciosa y simpática que nos recuerde con risas lo que ha sido motivo de llanto -la consecutiva banalización de un período muy oscuro y muy reciente, para la construcción de una historia irreal, sin sentido aparente y que, al final, sólo busca alimentar el culto patético que existe hacia el cine de Tarantino, es motivo del más serio de los reproches. Tarantino, que ha demostrado cierta experticia en el manejo del género de violencia, con Inglorious Basterds demuestra quién es exactamente: un cínico ignorante sin respeto por nada noble ni pudor por los perverso, sádico y elemental, que somete a la audiencia a una demostración infinita de idiotez. Queriéndo ser un iconoclasta, un provocador, resulta ser un patán repugnante, e Inglorious Basterds produce un deplorable asco.
Esta película debería ser condenada por lo grave de sus implicaciones morales. En cambio, el público aplaude a este chiste de director.
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