"El retiro a mi vida privada me ha sido, por algún tiempo, un evento muy deseable. Pero ustedes han dicho que mis consecutivos servicios como juez serían útiles. Cuándo mis servicios son de tal manera llamados, ellos pertenecen a mi país, y su voz es obedecida."
Estas inspiradoras palabras pertenecen al presidente de los Estados Unidos Andrew Jackson, cuando todavía tenía poco más que treinta y un años, no soñaba todavía con ser presidente, pero ejercía un digno cargo como gobernador del estado fronterizo de Tennessee. Al rededor de su figura se tejió toda una leyenda de patriotismo. Pero lo que no se puede dudar es que, el impetuoso y rebelde Jackson era un patriota y republicano de corazón. Lo que voy a decir a propósito de ésto, vale para la gran mayoría de los países de Occidente.
Ahora cito esta frase de Jackson no tanto por una admiración personal al personaje. Estoy leyendo una biografía sobre él, pero todavía no me ha cautivado tanto como para admirarlo. Traigo a colación sus palabras, porque en ellas está expresada de manera puntual y elegante, uno de los principios del republicanismo más fundamentales: el servicio público. Tal idea no descarta que los individios comprometidos en la política no lo hagan por ambición personal o vanidad. Tales emociones son naturales en el ser humano, y las manifestaciones más profundas del carácter de un individuo no son tan importantes para la política como lo es su expresión exterior. Lo que la persona manifieste en público es lo que tiene importancia política; su carácter moral es ha Dios.
Lo sobresaliente aquí es ver la prioridad que tiene el servicio público por encima del bien privado. Hoy en día estamos muy acostumbrados a exigir y disfrutar tranquilamente nuestro bien privado (seguridad laboral, seguro de salud, buenos salarios más jubilación, en una palabra: seguridad, seguridad, seguridad), y olvidamos la importancia de nuestro deber con la república. Precisamente, el modelo de Estado de Bienestar (Welfare), es la respuesta al deseo de seguridad de los individuos, al miedo a la incertidumbre, y la solución ha sido depositar en el Estado y su burocracia, los recursos, la disposición y la responsabilidad de "asegurarno"; la consecuencia ha sido una reglamentación excesiva de la política, lo cual la ha hecho una materia de mera administración pública. Tal fenómeno no puede menos que hacer de la política un asunto aburrido y sin trascendencia, de papeleo y listas de espera. Ya no es aquél ideal de participación y autogobierno.
Las palabras del todavía no presidente Andrew Jackson son esclarecedoras, que se complementan de manera hermosa con la famosa cita de J. F. Kennedy: "No preguntes qué puede hacer tu país por tí; pregunta qué puedes hacer tú por tu país." Es decir, lo que podemos hacer nosotros por nuestro país nos obliga, en calidad de deber, a salir de nuestro escondite en la vida privada, y a comprometernos con el servicio público, con el bien de nuestro país, el bien que nos es común a todos los ciudadanos de una república libre. De allí la palabra república del latín: res (asunto) pública (común). Es decir, los asuntos que nos conciernen a todos como miembros de una comunidad de iguales. Nuestro deseo de preservar a toda costa la seguridad de nuestra vida privada, depositando la responsabilidad de velar por esta seguridad nuestra en la burocracia de Estado, nos ha alienado del espacio público, nos ha separado de nuestro deber para con nuestro país, y sin darnos cuenta regresamos al modelo monárquico de Estado, donde todo queda subordinado a una jerarquía burocrática, pero que esta vez es dirigida por un presidente electo o por un parlamento. ¿Dónde queda nuestra libertad política originaria si ahora todo se resuelve con un sello o una firma de un funcionario que no conocemos y que nunca elegimos?
Las palabras de Jackson son un recordatorio de cuál debe ser nuestra disposición para con la política, y no dejarnos engañar por los partidos y sus idiologías partidocráticas, que sólo buscan intercambiar nuestra libertad a cambio de una seguridad hoy, pero una gran incertidumbre del mañana.
miércoles, 26 de mayo de 2010
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3 comentarios:
Habría que regenerar la vida política con una mayor dosis de compromiso personal para colaborar en solucionar las cosas. No vale la filosofía de "que piensen ellos", la política es cosa de la "polis", es decir de todos los ciudadanos. Es una cuestión de compromiso.
Saludos.
Algunos políticos, muy pocos en la actualidad pueden exhibir un compromiso libre de la vanidad personal....Muy pocos....
Saludos
La idea que tenían los republicanos de los principios de los Estados Unidos (liderizados por Jefferson), era tener una forma de gobierno que permitiera a los ciudadanos individuales participar de la vida pública y así contrarrestar la corrupción de los poderosos. Por eso no les gustava el Poder Federal central creado por la constitución y defendido por los federalistas de Hamilton, porque creaba un gobierno alejado de las bases populares.
Los políticos honestos y comprometidos van desapareciendo en la medida en que la participación directa de los ciudadanos comúnes va menguando. Mantener una república saludable y próspera requiere participación ciudadana. Si no, lenta o rápidamente, el poder se corrompe por la ambición y la vanidad de los líderes de partido. El resultado final es el cesarismo.
¡Hay que participar!
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