jueves, 20 de noviembre de 2008

Del Pesimismo al Nihilismo

1

A estos tiempos hemos llegado en que ninguna gloria, ninguna fortaleza, ninguna audacia es tomada por buena. Pretender lo grande es pretender lo odiado, por aquellos pequeños que recelan la grandeza ajena. Se impuso el modelo igualitario, se impuso la justicia de las masas, se impuso: la democracia.


2

Llegará el momento, y no muy lejano, en que el modelo democrático y sus ínfulas de progreso desencadenen su propia aniquilación. Progreso, la imagen mítica de la perfectibilidad humana, su valoración alocada de la vida y su desprecio negligente por la muerte; no ha sido más que la muerte de los grandes por la vida de los miserables. La democracia, la toma del poder por los más ineptos, los no pensantes, los mediocres, los menos malos.


3

¿Hasta dónde llega todo esto? ¿Cuánto más del transcurrir del sueño igualitario? ¡Esa gran mentira! ¡Gran ilusión! Hay una verdad del ser humano: su infinita desigualdad, su cruel realidad estratificada, su condición de subordinado a las dos fuerzas; a la naturaleza y al ser humano, a sí mismo; su propio amo es su propio esclavo. La explotación del hombre por el hombre, su ley universal de subsistencia, de convivencia, su condición inamovible, indestructible; sólo variable en la historia, en su modo, no en su esencia; la expresión de su gigantesca miseria material: su necesidad, su dependencia de lo externo. La revolución, el sueño iluso, su reacción de violencia, de frustración, frente a la miseria de su existencia y su impotencia para trascender, su fin, la nada.

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