miércoles, 26 de mayo de 2010

Jackson y el Republicanismo

"El retiro a mi vida privada me ha sido, por algún tiempo, un evento muy deseable. Pero ustedes han dicho que mis consecutivos servicios como juez serían útiles. Cuándo mis servicios son de tal manera llamados, ellos pertenecen a mi país, y su voz es obedecida."

Estas inspiradoras palabras pertenecen al presidente de los Estados Unidos Andrew Jackson, cuando todavía tenía poco más que treinta y un años, no soñaba todavía con ser presidente, pero ejercía un digno cargo como gobernador del estado fronterizo de Tennessee. Al rededor de su figura se tejió toda una leyenda de patriotismo. Pero lo que no se puede dudar es que, el impetuoso y rebelde Jackson era un patriota y republicano de corazón. Lo que voy a decir a propósito de ésto, vale para la gran mayoría de los países de Occidente.
Ahora cito esta frase de Jackson no tanto por una admiración personal al personaje. Estoy leyendo una biografía sobre él, pero todavía no me ha cautivado tanto como para admirarlo. Traigo a colación sus palabras, porque en ellas está expresada de manera puntual y elegante, uno de los principios del republicanismo más fundamentales: el servicio público. Tal idea no descarta que los individios comprometidos en la política no lo hagan por ambición personal o vanidad. Tales emociones son naturales en el ser humano, y las manifestaciones más profundas del carácter de un individuo no son tan importantes para la política como lo es su expresión exterior. Lo que la persona manifieste en público es lo que tiene importancia política; su carácter moral es ha Dios.
Lo sobresaliente aquí es ver la prioridad que tiene el servicio público por encima del bien privado. Hoy en día estamos muy acostumbrados a exigir y disfrutar tranquilamente nuestro bien privado (seguridad laboral, seguro de salud, buenos salarios más jubilación, en una palabra: seguridad, seguridad, seguridad), y olvidamos la importancia de nuestro deber con la república. Precisamente, el modelo de Estado de Bienestar (Welfare), es la respuesta al deseo de seguridad de los individuos, al miedo a la incertidumbre, y la solución ha sido depositar en el Estado y su burocracia, los recursos, la disposición y la responsabilidad de "asegurarno"; la consecuencia ha sido una reglamentación excesiva de la política, lo cual la ha hecho una materia de mera administración pública. Tal fenómeno no puede menos que hacer de la política un asunto aburrido y sin trascendencia, de papeleo y listas de espera. Ya no es aquél ideal de participación y autogobierno.
Las palabras del todavía no presidente Andrew Jackson son esclarecedoras, que se complementan de manera hermosa con la famosa cita de J. F. Kennedy: "No preguntes qué puede hacer tu país por tí; pregunta qué puedes hacer tú por tu país." Es decir, lo que podemos hacer nosotros por nuestro país nos obliga, en calidad de deber, a salir de nuestro escondite en la vida privada, y a comprometernos con el servicio público, con el bien de nuestro país, el bien que nos es común a todos los ciudadanos de una república libre. De allí la palabra república del latín: res (asunto) pública (común). Es decir, los asuntos que nos conciernen a todos como miembros de una comunidad de iguales. Nuestro deseo de preservar a toda costa la seguridad de nuestra vida privada, depositando la responsabilidad de velar por esta seguridad nuestra en la burocracia de Estado, nos ha alienado del espacio público, nos ha separado de nuestro deber para con nuestro país, y sin darnos cuenta regresamos al modelo monárquico de Estado, donde todo queda subordinado a una jerarquía burocrática, pero que esta vez es dirigida por un presidente electo o por un parlamento. ¿Dónde queda nuestra libertad política originaria si ahora todo se resuelve con un sello o una firma de un funcionario que no conocemos y que nunca elegimos?

Las palabras de Jackson son un recordatorio de cuál debe ser nuestra disposición para con la política, y no dejarnos engañar por los partidos y sus idiologías partidocráticas, que sólo buscan intercambiar nuestra libertad a cambio de una seguridad hoy, pero una gran incertidumbre del mañana.

jueves, 20 de mayo de 2010

Kandinski el Preso y Matisse el Desaparecido

A modo de nota, esta noticia que ya tiene años rodando, pero que es bueno recordar:

"De acuerdo al testimonio ofrecido por una importante autoridad del Museo del Louvre en París, años atrás conocidos personeros públicos venezolanos negociaron una pintura de Henry Matisse en la capital francesa, en donde trataban que una experta autenticara la obra.
Gracias a un video de seguridad de un banco, difundido luego por una cadena de televisión por suscripción mundialmente conocida, pudo ser identificada una dama de apellido Chacón (esposa de un entonces Alcalde caraqueño) o una hermana de ésta, como la persona que sacó el lienzo de la caja de seguridad de un banco parisino.
Las autoridades venezolanas no quisieron actuar. El cuadro se desapareció y se presume que habría ido a parar a México o Norteamérica. Pero hace poco supuestamente habría reaparecido en la mansión de Pedro Torres Ciliberto en la ciudad de Caracas.
No se descarta que un periodista y ex alto jerarca de la vida pública nacional venezolana y su hijo estén involucrados con la desaparición de “La Odalisca” de Matisse, que posiblemente no regrese al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, de donde se desapareció, sino pase a decorar la pared de algún "boliburgués"."
Ahora imaginémonos nosotros lo que puede suceder si el gobierno logra centralizar todas las obras de arte del país, y almacenarlas en bodegas. El robo de un Matisse ya es un acto de corrupción miserable, como lo puede ser el enriquecimiento personal a través de robarle a la nación las obras del arte universal que tanto le han costado adquirir y que con tanto orgullo preservamos. Estamos ante Alarico, los Vándalos y Atila. El gobierno del tirano Hugo Chávez ya no se basta con los miles de millones de dólares del petróleo venezolano; su sed de riqueza y de desbancar al país alcanza el nivel insólito de robo de arte. Ahora imagínense que el gobierno centralice la administración de todos los museos públicos de la nación. ¿Podremos seguir confiando que aquellos maravillosos cuadros de Botero no pasen de la noche a la mañana a ser copias misteriosas? ¿La gran colección de grabados de Picasso irá a sobrevivir? Esto me hace recordar una anécdota que nos contaba un profesor (y padrino de nuestra promoción) en la escuela de estudios políticos: de cómo grandiosas obras de Kandinski pasaron décadas escondidas en las masmorras de la Unión Soviética, por representar un arte "burgués" en vez de expresar las "realidades objetivas del proletariado". Y es que el pensamiento comunista más perverso ha penetrado en las mentes de los oficiales de la tiranía. Pero no sólo pensamiento comunista. Esta serie de cosas me recuerda a la famosa colección de arte universal que tenía Goëring en su residencia, todos robados de los museos de toda Europa, y que no regresaron a sus lugares de origen sino hasta la caída del nazismo.

En definitiva, y reiterando ciertamente sobre el tema, Venezuela está viviendo una tiranía foragida, que en su sed de poder, riqueza, y de vengar todo su recentimiento, está "raspando la holla" en todos los sentidos. Los millones del petróleo no les son suficientes (asumiendo los 100.000 barriles de petróleo subsidiado que el tirano envía duariamente a Cuba). Esta gente no tiene límites a su bandalismo destructivo. Es imposible no preguntarse después de esto, ¿qué irá a quedar en Venezuela? Todo indica que nuestra ruta es Cartago.

Si quiere leer más: http://www.eluniversal.com.ve/2009/12/03/til_ava_un-libro-reconstruye_03A3144893.shtml

domingo, 9 de mayo de 2010

Venezuela y la muerte del poder judicial

Venezuela se caracteriza por noticias insólitas, muchas de las cuales llenan de indignación. Si nos pusieramos a contar todas y cada una de ellas podríamos escribir libros enteros. Pero hoy quiero comentar uno de los casos más descarados de abuso de poder que el presidente Chávez ha desplegado en los ultimos meses: el caso de la juez María Lourdes Afiuni. Cuando esta emitió una sentencia de liberación del banquero Eligio Cedeño, quince minutos después se presentaron oficiales del gobierno y la pusideron bajo arresto. Se dice que contra éste señor Chávez tiene una rencilla personal. No me extrañaría si la decisión de arrestar a la juez por desacatar la voluntad del presidente fue tan rápida.

En todo caso, la noticia la pueden encontrar fácilmente en internet, y yo sugiero una versión reciente del Washington Post en: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/04/24/AR2010042401791.html

Ahora lo importante de este acontecimiento tan brutal es la demostración clara y a la luz del día de que la separación de poderes, principio universal de los sistemas republicanos libres, no existe en Venezuela. La presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estela Morales, ha tenido el descaro de decir poco antes del arresto de la juez Afiuni que "no podemos seguir pensando en una división de poderes porque eso es un principio que debilita al Estado". Este discurso entra perfecto dentro de la racionalidad tiránica del presidente Chávez. Y es que es cierto que debilita al Estado, pero debemos preguntarnos a qué forma de Estado.

De acuerdo con los principios constitucionales de Venezuela, la división de poderes es un principio fundamental de la república, porque, ya desde John Locke se sabe que, de concentrar todos los poderes del Estado en una sola magistratura, el depositario de tal poder tenderá a abusar de él y buscará eternizarse en el poder. Este es el principio de todas las dictaduras desde Julio César. Debilita al Estado en tanto aparato que sirve a los intereses de un tirano, y no a los de la libertad de los ciudadanos de una república de leyes. Es precisamente la división de poderes la que protege al ciudadano y sus derechos en contra de la arbitrariedad. Bueno, este principio tan ampliamente aceptado en Occidente está totalmente en cuestionamiento en Venezuela. Todo para servir a los intereses de Chávez de eternizarse en el poder. El momento cumbre de la demostración de que en Venezuela no existe ninguna forma de garantía legal ante el poder de un tirano es el encarcelamiento totalmente arbitrario de la juez Afiuni el diciembre pasado. No se puede seguir creyendo que Venezuela es una república democrática después de este acto. Quien lo crea cae en el descrédito: la hipocrecía o la ingenuidad más idiota. Y es que veámoslo desde esta perspectiva; los jueces son tales porque juzgan, y no se puede juzgar si el juicio propio no es independiente. De no serlo, no hay juicio y no hay juez. Sin jueces no hay poder judicial; tan sólo un teatro orquestado con el único propósito de engañar, de mantener un rostro de legalidad inexistente. En Venezuela el poder judicial murió hace mucho tiempo.

El gobierno ya lo acepta abiertamente: actúan contrarios al principio de la división de poderes. Es decir, actúan en contra de la constitución republicana per se; es decir, no sólo contra la constitución venezolana concretamente, sino en contra de la idea constitucional de la república como la entendemos idealmente. Con el aumento de los presos en Venezuela desde que comenzó este año, y con un poder judicial completamente subordinado a los intereses de la tiranía de Hugo Chávez, cómo alguien puede esperar tener las más mínimas garantías legales de libertad. Antes a los jueces los removían de sus cargos, lo cual era ya de por si un acto de arbitrariedad detestable, pues ahora los meten presos. ¿Qué clase de democracia hay en Venezuela? Tal idea es uno de los grandes oximorones de nuestra época. Hay que decirlo con toda claridad: Chávez es un tirano que busca destruir por completo los simientos de libertad de nuestra república fundados en la separación de poderes para poder gobernar de por vida y sin oposición alguna.

Sin autonomía del poder judicial es imposible el imperio de la ley y la libertad. La tiranía se combate allí donde esta nazca. Venezuela padece una tiranía que quiere jugar a ser democrática. No podemos dejarnos engañar por una triquiñuela tan antigua como Octavio. En un país donde mucho se ha impedido a través de la resistencia pacífica al régimen del tirano, pareciera que cada día más son necesarios los Brutus y los Casius, o los Pazzi, la solución irracional al drama nacional que vive Venezuela.

Amigos, la tiranía tiene dientes y muerde con furia. No podemos esperar que con buenas intenciones y palabras educadas esta retroceda ante nuestra demanda de libertad.

sábado, 8 de mayo de 2010

El Arte y la Ciudad


Hoy estuve en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, también conocido como el MOMA. Desde hace unos días estoy en Nueva York y he tratado de aprovechar el espectáculo de su estructura. Pues bien, lo que quiero contar es una experiencia personal. Me encontraba paseando por los pasillos del museo, viendo la colección permanente con Van Goghs, Picassos, Dalís, etc., y de repente me consigo con una imágen fantástica: una ventana amplia que mostraba una imágen de Manhattan. Qué maravilla de espectáculo. Es decir, ninguno de los edificios más famosos de Nueva York se veían desde esa ventana, pero estaba tan bien posicionada, obra genial de los arquitectos, que me quede embobado por un rato observando el cielo poblado de edificios. Esto es algo que ya conozco desde hace un tiempo, y es que tengo una fascinación por las imágenes amplias de las ciudades modernas.

Me encantan los edificios de arquitecturas complejas, y Manhattan es el sitio perfecto para disfrutar de esa experiencia estética. Detallar los ángulos, los balcones, precisar la ornamentación de los techos, diferenciar los estilos de las ventanas y de los porches; todo resultaba demasiado mágico en esa imágen. Me causa gracia porque estaba rodeado de algunas de las obras más bellas del arte moderno, y sin embargo fue esa ventana hacia la ciudad la que me cautivó de manera tan contundente. Debo reconocer, y mi experiencia de esta tarde lo confirma, que el arte que más me fascina (junto con la música) es la arquitectura. Pero no la arquitectura del edificio concreto y solitario solamente, sino la composición de varios edificios maravillosos apilados unos a otros y ordenados de acuerdo con el urbanismo para crear el paisaje de la ciudad moderna. Ese espectáculo que no tiene un autor único, que no se le puede atribuir a más nadie sino a la historia, la cultura de un pueblo y a sus ciudadanos, ese resultado final del paisaje celeste de la ciudad, la impresión estética de los edificios conquistando las alturas, es una experiencia artística maravillosa tan valiosa como las grandes obras del arte moderno. Sin duda los arquitectos del MOMA estaban concientes de lo que hacían, cuando daban espacio en ciertos lugares para que los expectadores pudieran contemplar, de igual manera como lo hacen ante las obras de arte, el espectáculo de la ciudad moderna.

Admito
que me sentía un poco incomprendido, porque la gente lo que hace es pasar, ver la ventana y seguir, como si esta no fuera una obra de arte. Sin embargo para mi la experiencia estética de la contemplación de una ciudad tan bella es más fuerte que observar las grandes obras de los maestros de la modernidad.