Recojo de la literatura universal el siguiente pasaje:
"Los avaros no creen en la otra vida; el presente lo es todo para ellos. Esta reflexión ilumina con toda claridad la época actual, en la que el dinero domina más que nunca las leyes, la política y las costumbres. Instituciones, hombres, libros y doctrinas, todos conspira contra la vida futura sobre la que se apoya el edificio social desde hace mil ochocientos años. Ahora la tumba es un tránsito que no preocupa. El porvenir que nos espera después del 'Requiem' ha sido transportado al presente. Llegar por fas o por nefas al paraíso terrestre del lujo y los goces vanos; petrificar el corazón y macerar el cuerpo para obtener posesiones pasajeras, como antes se sufría para obtener los bienes eternos, es el único pensamiento general, pensamiento escrito por los demás en todas partes, hasta en las leyes, las cuáles preguntan al legislador: '¿Qué pagas tú?'; en lugar de decirle: '¿Qué piensas?'. Cuando esa doctrina haya pasado de la burguesía al pueblo, ¿qué será del país?" (Balzac: 1833)
Y lo que en el siglo XIX era una mera preocupación, se realizó con total plenitud en el siglo XX. El deseo materialista del burgués penetró con fuerza feroz el corazón del pueblo, del proletariado, a través del socialismo digo yo, que disfrazándose de idea de redención humana, no logró otra cosa que alimentar aún más el deseo consumista de poseer. La transferencia es clara. El mundo mató al Dios cristiano, como Nietszche lo sentenció, y en su lugar puso al Dios dinero, como Balzac ya lo auguró, y del cual Jesús de Nazaret nos advirtió hace ya dos mil años. Cuando se había creído que el alma era la prisión del cuerpo, idea que nació en la Ilustración, pero que no fue sino con Marx que se auto concientizó, la experiencia del siglo XX, y más aún la del naciente siglo XXI, dan la razón de vuelta a Platón y al cristianismo. No compañeros, el cuerpo es la prisión del alma.
Y he aquí que yo culpo de este error tan grave de la modernidad a la filosofía ética del utilitarismo, idea que no comprende dentro de sus conclusiones la posibilidad del sacrificio honesto. En vista de ello enaltecen la sinceridad del egoísmo, egoísmo que creyéndose inevitable ha dejado de lado cualquier idea de virtud, lo cual no es más que una degradación de la condición humana, y la capacidad del hombre de superar sus propias inclinaciones. Esta idea, compañeros, haciéndose pasar por una filosofía de la verdad ética, ha desencadenado la peor quimera de nuestro tiempo: el nihilismo; lo que Camus llamó el absurdo. Y esta idea, imponiéndose como criterio de verdad desde Hobbes, su primer iniciador, pero cuyos más aterradores exponentes son Bentham y Franklin, no ha descubierto, como se cree, al ser humano como un ser inevitablemente egoísta, lo cual es un error de concepto (el hombre sí es capaz del sacrificio honesto), sino que habiendo creído descubrirlo, lo que ha hecho es fomentarlo. El resultado es nuestra actual cultura del consumismo, la degradación de la condición humana a la de un mero sujeto de producción y consumo, no muy diferente del ganado en este sentido.
Esto es un punto en común con mucha gente que reivindica el altruismo de la espiritualidad. Pero lo que yo quiero señalar es que este error que en la contemporaneidad se padece es culpa (utilizo la palabra culpa en todo su significado) de la filosofía ética del utilitarismo, y de su principal iniciador, el filósofo inglés Tomás Hobbes. Mi respuesta, estrictamente de carácter personal, pero que no por ello no sugiero a mis demás compañeros, es un retorno al cristianismo que hemos ido perdiendo. Hoy creo ser una persona de fe cristiana, pero con antecedentes muy marcados de ateísmo y nihilismo. Hoy creo que, en vista de mis dos experiencias (mi actual cristianismo frente a mi pasado nihilista), puedo afirmar con cierta autoridad empírica que el camino a la felicidad está en la búsqueda de Dios y de la virtud (especialmente de la virtud cristiana por excelencia: el amor), en contra posición a la degradante filosofía utilitarista que resume la condición humana a la de un mero sujeto de producción y consumo.
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2 comentarios:
Saludos, ciudadano:
Balzac tenía razón con lo del peligro del utilitarismo y la codicia: la búsqueda del propio beneficio sin importarnos el precio es la lógica que dio vida al sistema capitalista, véase Adam Smith.
En la actualidad esa mentalidad, bastante arraigada por desgracia, la tienen y la practican sin tapujos los que dirigen este mundo: las grandes multinacionales, los halcones del mundo financiero, las petroleras, las farmacéuticas, los fabricantes de armamento...gentes con pocos escrúpulos, con la lógica del que dice ¿qué importa que el mundo no sea mundo en un siglo o dos, si yo tengo la bolsa llena?
Miserables depredadores, aves carroñeras que llevan a la humanidad a un futuro incierto.
Compañero,
El gran capital financiero es, sin duda, el primer beneficiario de nuestra actual ética crematística. He estado viendo como se desarrolla la Cumbre de Copenhague, la cual temo que este fracasando.
Ahora bien, ¿qué sería del gran capital financiero si los consumidores un día decidieran dejar de ser simplemente consumidores? Esto es claramente una utopía, pero el poder del gran capital depende de una sociedad que está acostumbrada a consumir cualquiera de los productos inútiles que ellos producen.
Saludos compañero.
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