martes, 3 de noviembre de 2009

La caída de Ilión


Habla Eneas:

"Ya la falange de los argivos se encaminaba desde Ténedos a nuestras conocidas playas en sus bien armadas naves, a favor del silencio y de la protectora luz de la luna, y a penas la real encendió una hoguera en su popa para dar la señal, cuando Sinón, defendido por los hados de los dioses, crueles para nosotros, abre furtivamente a los griegos encerrados en el vientre del coloso su prisión de madera; devuélvelos al aire libre el ya abierto caballo, y alegres salen del hueco roble, descolgándose por una maroma los caudillos Tesandro y Stenelo y el cruel Ulises, Acamante, Toas y Neptolemo, nieto de Peleo, y Macaón el primero, y Menelao, y el mismo Epeos, artífice de aquélla traidora máquina. Invaden la ciudad, sepultada en el sueño y el vino, matan a los centinelas, abren las puertas, dan entrada a todos sus compañeros y se unen a la huestes que los estaban esperando para dar el golpe."

Mientras esto acontece, Héctor dice a Eneas en un sueño: "Huye, ay, ¡oh hijo de una diosa!-dice-; húye y líbrate de esas llamas. El enemigo ocupa la ciudad. Troya se derrumba desde su alta cumbre. Bastante hemos hecho por la patria y por Príamo; si Pérgamo hubiera podido ser defendido por manos mortales, mi mano le hubiera defendido. Troya te confía sus númenes y sus penates; toma contigo esos compañeros de sus futuros hados y busca para ellos nuevas murallas, que fundaras, grandes por fin, después de andar errante mucho tiempo por los mares."

Eneas despierta y corre en defensa de Troya diciéndo a los jóvenes que encuentra: "¡Oh mancebos, corazones fortísimos, pero en vano; si estáis decididos a seguirme en mi desesperada empresa, ya véis cuál es la situación de nuestras cosas; todos los dioses, por cuyo favor subsitía este imperio, han abandonado sus santuarios y sus altares; vais a acudir en socorro de una ciudad incendiada; muramos, pues, sucumbamos en medio de la pelea. La única salvación para los vencidos es no esperar ninguna."

"Cayó la antigua ciudad, libre y poderosa por tantos años; por todas partes se ven tendidos cadáveres inertes en las calles, delante de las casas y en los sagrados umbrales de los dioses. Mas no sólo los teucros los que derraman su sangre; también a veces renace el valor en el corazón de los vencidos y sucumben los vencedores dánados. Por todas partes lamentos y horror; por todas partes la muerte, bajo inumerables formas."

"La fuerza se abre camino, no hay entrada que no se rompa; los griegos invasores acuchillan a los primeros que se les ponen delante y ocupan con su gente todo el palacio: no con tal violencia, cuando se desborda, rotos los diques, espumoso río y cubre con sus raudales los opuestos collados, se derrama furioso y soberbio en su crecida por los campos, arrastrando en sus olas los ganados con sus rediles. Yo, yo vi a Neptolemo, ebrio de sangre, y a los dos Atridas en el umbral del palacio; ví a Hécuba y a sus cien nueras y a Príamo en los altares, ensangrentando con sacrificios las hogueras que él propio había consagrado. Los cincuenta tálamos de sus hijos, esperanza de una numerosísima prole, los artesones de oro, ricos despojos de los bárbaros, todo en ruinas; lo que no abrasan las llamas es presa de los griegos."

"Entonces vi patentes los irritados rostros de las grandes deidades enemigas de Troya... Entonces vi a todo Ilión ardiendo en vivas llamas y revuelta hasta sus cimientos la ciudad de Neptuno, semejante al añoso roble de las altas cumbres cuando, serrado ya por el pie, pugnan los labradores por derribarle a fuerza de hachazos; álzase todavía amenazante, y trémula en la sacudida copa, se cimbrea su pomposa cabellera; vencida poco a poco, al fin, con repetidos golpes, lanza un postrer gemido y se precipita, arrastrándo sus ruinas por las laderas."

"En los ya desiertos pórticos del templo de Juno, Fénix y el cruel Ulises, elegidos para custodiar el botín, velaban sobre él. Vense allí hacinados por todas partes los tesoros de Troya, arrebatados a los santuarios incendidados, las mesas de los dioses, macizas copas de oro, vestiduras y despojos de cautivos; alrededor se extienden en larga hilera los niños y las despavoridas madres..."

"Pasada así, en fin, la noche, volví a reunirme con mis compañeros. Allí vi que se les habían agregados otros muchos, admirándome de que su número fuese tan grande; allí había matronas, guerreros, niños, muchedumbre infelíz congregada para el destierro. De todas partes habían acudido a igual punto, trayendo consigo sus ajuares y aparejados a seguirme por mar a cualesquiera regiones adonde me plugiera llevarlos. Ya en esto el lucero de la mañana se alzaba por cima de las altas cumbres del Ida, trayendo el día; los griegos ocupaban las puertas de Troya; ninguna esperanza de socorrerlas nos quedaba ya. Cedí, pues, a la suerte, y levantando en hombros a mi padre, me encaminé al monte."

Virgilio.

6 comentarios:

Colotordoc dijo...

Hola Thaelman:
No se porque este relato me recuerda cierto país....

Saludos

Thaelman dijo...

jajaja, así es. Hay imágenes casi literales.

Cayetano dijo...

Pasiones enfrentadas, ambiciones, desolación, ruina y muerte. ¿Qué surgirá de las ruinas de la devastada Troya?
Hace pensar.

Thaelman dijo...

¡Surgiría Roma compañero! ¡Surgiría el mayor imperio de todos los tiempos!

:D

La Dame Masquée dijo...

Mire usted que es arriesgado, monsieur! Solo una de cada mil veces surge Roma, y surge para acabar cayendo tambien.

Feliz viernes, monsieur

Bisous

Thaelman dijo...

Los hados del destino, compañera, no son favorables a todos, mas sólo a los verdaderamente virtuosos amados de los dioses.

Un saludo compañera.

Gracias por su comentario.

;)