sábado, 3 de octubre de 2009

La religiosidad de Maquiavelo


Iniciémos el mes de octubre hablando sobre uno de mis autores más admirados y preferido; Maquiavelo. Lo comento y me interesa porque existe toda una mitología de prejuicios sobre el Maestro Florentino que a mi me parece verdaderamente lamentable. Y sí, como lamento ese adjetivo tan injusto cuando queremos referirnos a un político sin escrúpulos y lo tildamos de "maquiavélico". El pobre Maquiavelo estaba en el exilio, viviendo una vida de campesino que le aburría tremendamente, luego de haber viajado por casi toda Europa occidental y haber conocido a los grandes estadistas de su tiempo, cuando era tan sólo un humilde secretario de embajada de la cancillería florentina. Pero alcanzó una posición importante durante la administración del bondadoso, y quizá demasiado bondadoso, Gonfaloniero vitalicio Piero Soderini, como organizador de la milicia de ciudadanos de florentinos y haber cooperado en la toma de Pisa. Toda una experiencia que le serviría para escribir luego su tratado "El Arte de la Guerra". Entonces tenemos a este hombre acostumbrado a la turbulenta política de una república tan inestable como Florencia a principios del siglo XVI, gran jugador y mujeriego, repentinamente exiliado en el campo como mercader, agricultor y otras profesiones que nada venían al caso en un hombre urbano como Maquiavelo. Todo esto luego de la caída de la república y el retorno de la tiranía de los Medici. Fue apresado, torturado y enviado al exilio en el campo a unos 15 kilómetros de Florencia. ¿Por qué? Por republicanos. ¿Por ser fiel a los príncipes? No. Por ser fiel a la libertad.
¿Qué hace, entonces, un hombre con tanta cultura política, un humanista conocedor de los textos clásicos, gran admirador de la obra de Tito Livio, encerrado en una choza de campo, aburrido y dedicado a la bebida? Echemos un vistazo a un famoso fragmento de una carta de Nicolás a su amigo Franceso Vetori:
"Me levanto en la mañana con el sol, y salgo camino hacia un bosque mío que estoy haciendo talar, donde me detengo por dos horas para ver lo que se hizo el día anterior y para hablar con los leñadores que siempre tienen un problema encima ya sea entre ellos o con sus vecinos (...) Dejando el bosque voy hacia un riachuelo y de allí a algunas trampas de pájaro mías. Tengo un libro conmigo, Dante o Petrarca o alguno de los poetas menores, Tibulo, Ovidio o por el estilo. Leo sobre sus pasiones amorosas y sus amores, yo recuerdo el mío propio, y habito gratamente en estos pensamientos por un rato. Entonces voy hacia el camino y hacia la taverna. Hablo con los transeúntes, les preguntos noticias sobre sus villas, escucho toda clase de cosas, y observo los varios gustos e ideas del hombre. Mientras tanto es hora de almuerzo, y con los míos como la comida que me provee esta pobre granja y miserable patrimonio mío. Una vez de haber comido regreso a la taverna. Encuentro al anfitrión y usualmente a un carnicero, un molineor, y a un par de horneadores. Con ellos me degrado jugando todo el día a la cricca y tric-trac, y esto hace que surjan mil argumentos y disgustos sin acabar con palabras insultivas, y muchas veces hay una pelea por un penny, y se nos puede oír gritando tan lejos como en San Casciano. Y así, rodeado de estos piojos, destruyo las telarañas de mi cerebro y alivio lo lamentable de mi destino, el contenido de que me arroye de esta manera y ver si no esta avergonzado de tratarme así.
Cuando llega la noche retorno a mi hogar y voy hacia mi estudio, y en la puerta me quito mi ropa de diario llena de barro y de sucio, y me pongo las togas reales y curiales; y decentemente ataviado entro en las cortes de los antiguos, donde afectivamente soy saludado por ellos, tomo parte de ese alimento que es sólo mío y para el cual he nacido; donde no estoy avergonzado de hablar con ellos e investigar las razones de sus acciones; y ellos por su propia gentileza humana me responden, y por cuatro horas de largo no siento preocupación alguna; olvido todos mis problemas, no le temo ni a la pobreza ni a la muerte. Me doy por entero a ellos. Y porque Dante dice que el entendimiento no constituye conocimiento a menos de ser retenido en la memoria, he escrito lo que he aprendido en sus conversaciones y he compuesto una pequeña obra, El Príncipe..."
Hermoso fragmento, pero importante por lo ilustrador de su situación. Maquiavelo necesitaba llamar la atención de los Medici en Florencia, lo cual al final de su vida logró, y el Príncipe es la carta de presentación que el prepara para reintroducirse en la política en su ciudad. ¿Un diabólico realista sin principios y sin ética? ¿El teórico de los gangsters? No. Un hombre con una gran sabiduría política en un estado de marginalidad y de depresión que escribe descarnadamente y sin prejuicios sobre cómo se hace política en su tiempo. No nos dejemos engañas, Maquiavelo no inventó el realismo político. Tan sólo lo descubrió y lo publicó. Bien valiente para publicar un texto como el Príncipe en sus tiempos.
Pero ahora quiero apuntar un detalle sobre la supuesta visión amoral de la política de Maquiavelo. A los que dicen que sólo era un pragmático ateo o pagano, leamos algunos fragmentos de uno de sus discursos en otra de sus obras:
"... de hecho no hubo nunca un legislador que, al introducir leyes extraordinarias a un pueblo, no haya recurrido a Dios, porque de otra manera no hubieran sido aceptadas..." (Maquiavelo, Los Discursos, Libro Uno, Discurso 11). Este es el primer argumento bastante pragmático en principios. Pero no nos apuremos a conclusiones prematuras. "Como la observancia del culto a lo divino es la causa de la grandeza de las repúblicas, así la negligencia sobre ella es la causa de su ruina" (Ibid) dice más adelante. ¿Qué les parece? Y esto tiene que ver con un argumento práctico que da seguidamente cuando nos advierte que "la seguridad de una república o de un reino, no depende de que su mandatario gobierne prudentemente durante su vida, pero ordenando sobre ella de tal manera que, luego de su muerte, pueda mantenerse siendo tal." (Ibid) ¿Qué dicen? ¿Esta importancia que le da a un factor trascendental no es precisamente ése respeto al culto a la divinidad? Veamos: "Aquellos príncipes y aquellas repúblicas que deseen estar libres de la corrupción, deben mantener incorruptas por encima de todo las ceremonias de su religión y deben mantenerlas siempre en veneración; pues no puede haber una indicación más segura del declive de un país que el ver las creencias religiosas olvidadas." (Ibid, Discurso 12) Pues sí, aunque nos habla de las religiones en términos generales, vemos con toda claridad la importancia que dichas creencias tienen para la estabilidad y prosperidad pública y moral de los países en el pensamiento de nuestro autor.
Luego hablaré más de Maquiavelo, pero lo dejo hasta aquí para no hacer el texto demasiado extenso.

2 comentarios:

Cayetano dijo...

Maquiavelo ha sido siempre un referente válido de la teoría política. Su "Príncipe", una obra fundamental, un clásico. Lo que no se puede hacer es juzgar retrospectivamente a nadie desde el punto de vista de la mentalidad o la ética actual. El adjetivo "maquiavélico" deja en el tintero muchas ideas de Maquiavelo que van más allá de "el fin justifica los medios". Cuando en el Prícipe habla su autor de lo inconveniente de las tropas mercenarias, dice de éstas que "son inútiles y peligrosas; y el príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro ni tranquilo, porque están desunidos, porque son ambiciosos, desleales, valientes entre los amigos, pero cobardes cuando se encuentran frente a los enemigos". Esto también es "maquiavélico", ¿no?
Evidentemente, de Maquiavelo sólo nos ha llegado al lenguaje corriente una mínima parte y aplicable en otro tiempo y contexto.

Thaelman dijo...

Maquiavelo era un "political genius". No todos los autores están dispuestos a aceptar la realidad tal cual es, al menos no con ese nivel de sinceridad. La gente parece reprocharle a Maquiavelo su gran sinceridad, el que haya desenmascarado toda una serie falsedades que se creían de la política.