domingo, 4 de octubre de 2009
Justicia y Libertad
Seamos sinceros, la política es un asunto de pasiones. Por supuesto que las variables de poder se manejan de acuerdo con criterios racionales, pero éste es un campo reservado para los líderes, dirigentes y ambiciosos de ese poder. Pero para el ciudadano común, para el ciudadano de una república vigorosa, no para el súbdito de un monarca, ni para el esclavo de un tirano, la política es un asunto de pasiones. Incluso las elecciones hechas por los votantes en repúblicas vigorosas, aunque son hechas de acuerdo con cálculos racionales, vienen siempre acompañadas de la fuerza y convicción que se derivan de las pasiones. Sólo en repúblicas estériles la racionalidad es el único principio, como en aquellos helados países escandinavos, y a veces parece que incluso en Alemania.
La tesis platónica del Rey Filósofo no es para nada descabellada. Todo lo contrario, es totalmente coherente. La Democracia Ateniense, también como cualquier modelo de república vigorosa, se administraba más con pasiones que con razón. Y es un axioma antropológico que el motor político de los pueblos son antes las pasiones que la los juicios estrictamente utilitarios. Precisamente por éste motivo Platón rechaza completamente a la Democracia Ateniense, en favor de una forma de gobierno donde el gobernante pueda ejercer el poder soberano sin la necesidad de convencer a los gobernados. Por ende, desatado de éste requerimiento, puede gobernar estrictamente con la razón.
Ahora, ¿por qué es para Platón tanto mejor el gobierno de la razón que el gobierno de las pasiones? Tan sencillo como que, en la tradición socrática a la que pertenecía, él no podía conciliar filosóficamente a las pasiones con los requerimientos de la justicia. Y el descubrimiento de Platón, descubrimiento que hasta ahora casi nadie en su sano juicio ha rechazado, es que el bien supremo de la política, el bien común por excelencia, es la justicia. Sólo el filósofo inobstaculizado por las tendencias pasionales de las formas de gobierno populares puede administrar justicia con absoluto equilibrio y legitimidad.
Por otra parte, un republicano tan convencido como lo fue Maquiavelo, entendía totalmente las implicaciones pasionales del republicanismo, pero a diferencia de Platón, las reivindicaba. Porque, además de la justicia, el otro gran bien de la política, a veces en pugna con la primera, es la libertad. Y el Maestro Florentino hace su apuesta por la libertad en el republicanismo, mientras que el Gran Filósofo apuesta a la estabilidad pacífica de un gobierno unipersonal (o aristocrático en la República), mucho más propenso a impartir justicia, siempre y cuando el o los gobernantes sean justos. Pero la experiencia de vida de nuestros dos autores los separó por rutas irreconciliables. Mientras Platón tuvo que presenciar el arbitrario juicio y sentencia mortal de su admirado maestro Sócrates, por un tribunal popular prejuiciado, vengativo y mezquino, Maquiavelo vivió en carne y hueso, llegando a la experiencia de la tortura, las arbitrariedades y ambiciones desenfrenadas de los monarcas y tiranos de su tiempo (insólito que ambos hayan vivido también la experiencia contraria, Platón en sus infortunados viajes a Siracusa y Maquiavelo en su fracasada lucha por una república libre florentina).
Luego de toda nuestra experiencia histórica occidental, ¿qué? ¿Quién triunfa en el debate entre la razón de la justicia y la pasión por la libertad cuando ambas están en pugna? La única respuesta, modesta por lo pronto, a la que puedo llegar en éste momento, producto de una experiencia que tuve el día de hoy es, qué aburrida es la política cuando está excenta y qué indignante es la política cuando abunda la injusticia. El republicanismo debe integrar los dos principios: libertad y justicia, y deshacerse de esa interpretación errada de que en política todo es una elección racional, porque de hecho no lo es casi nunca (vean a Venezuela). La virtud del sistema inventado por Montesquieu es la mixtura entre la justicia impartida racionalmente por una aristocracia legítima como lo es el Poder Judicial, y la libertad apasionada que vivimos en los tiempos de elecciones y en los acalorados debates en los Congresos de las repúblicas.
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5 comentarios:
La política es pasión para algunos, vocación para otros, en su afán de servir a los demás, y gran negocio para muchos que ven cómo su fortuna se incrementa día tras día: medrar gracias a la política, manejo de información privilegiada, cohecho... el negocio padre. Creo que todos conocemos casos, aquí y allí.
De todas formas yo sigo creyendo en que hay muchos políticos honestos.
Un saludo.
Ay, monsieur, cómo podria haber sistemas perfectos mientras no haya hombres perfectos? Y cómo podria haber hombres perfectos y seguir llamandose hombres? La justicia es una entelequia. Tenemos leyes que tienden a su consecucion, pero que no se identifican con ella. Tenemos muchas palabras para designar cosas que no existen pero que nos gustaria que existieran. Complicado mundo el nuestro.
Feliz comienzo de semana, monsieur
Bisous
En todo caso el tema de la virtud es fundamental para poder entender ambos conceptos, ¿no? Un pueblo sin virtud difícilmente se mantiene libre y si lo hace por medio de un líder muy virtuoso, esa libertad le durará lo que le dure el líder en vida. Creo que lo mismo sucede con la justicia. En ambos casos yo no creo, como sí lo creía Platón, que la virtud se pudiera educar. Es una condición que tienen los pueblos y los líderes más o menos espontáneamente.
Gracias por sus aportes.
Buenas Tardes:
La política, como toda actividad humana esta influenciada por el pensamiento. Y se hara política de acuerdo no solo a los principios pre establecidos, es decir, los aprendidos en las escuelas politicas, sino ademas a la personalidad de cada quien. Hay algunos que han nacido con el arte de la diplomacia como parte de su personalidad, y hay otros que piensan que la violencia es la principal salida.... Pasión? Razón? Lógica?
Saludos. Thaelman algo sobre sus interrogantes la deje en el blog.
¡Ah okay! Muy bien, gracias.
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