domingo, 25 de enero de 2009

Nietzsche y el renacer de la sofística.


Con estas palabras creo que invento el agua tibia, pero siento necesario el expresar cierto descontento. El objeto de mi descontento es Federico Nietzsche. Para los que no lo saben, a sus 45 años Nietzsche sufrió un colapso cerebral producto de una neurosífilis y se murió a sus 55. Nunca se casó, no se le conocen hijos, que yo sepa. Pero hubo algo que si dejó: un rastro de destrucción. Y lo que es peor aún, no fue tan original como al menos yo lo pensaba. Todo su gran problema, su gran odio hacia la filosofía moral, o hacia cualquier forma de filosofía como búsqueda del saber y la verdad, ya había sido objeto de debate en la antigüedad. ¡Como si ya todo hubiera sido debatido en la antigüedad!
Leyendo un libro introductorio sobre la filosofía de Platón, el autor (Alexandre Koyre) compara a personajes como Calicles, Protágoras y Trasímaco con Nietzsche. Para los que no lo saben, estos tres personajes desempeñan cada uno un papel en algún diálogo de Platón (El primero en el Gorgias, el segundo en el Protágoras y el tercero en el libro uno de la República). Protágoras dice que "el hombre es la medida de todas las cosas" (relativismo total), Calicles insulta de hipócrita toda filosofía moral (contradicción entre lo que se dice ser y como realmente se es) y Trasímaco defiende un concepto de justicia como aquél que legitima la dominación arbitraria de los hombres fuertes por encima de los débiles (nihilismo que desemboca en inmoralismo cínico y egoísmo absoluto). Este último va incluso a afirmar que toda noción de justicia como equidad o de bien como altruismo es sencillamente un discurso organizado por los débiles para someter a los fuertes. ¡¿Qué tal?!
Para los que creíamos que Nietzsche era un tipo genialmente novedoso, se nos cae por completo esa admiración al darnos cuenta de que Federico parece ser sencillamente el renacimiento de la sofística en los tiempos modernos. La sofística que debilitó y enterró a la civilización helénica ante el despotismo macedónico y romano (no la doctrina de Sócrates como afirma Nietzsche; doctrina que buscaba refundar la civilización sobre bases más sólidas, en mi modesta opinión).
Lo que más me molesta es que ya Sócrates, Platón y Aristóteles le habían dado el golpe de gracia a la sofística, la habían enterrado definitivamente junto a todas sus contradicciones e inconsistencias. La sofística, lo que parece ser una doctrina que promueve el egoísmo, el poder, la arrogancia y cuya arma fundamental es la retórica (es decir, el uso de la palabra para establecer juicios falaces pero aparentemente reales; el disfrazar a la mentira de verdad). Señores, ¿qué es lo que hace Federico Nietzsche? ¿No utiliza una retórica fenomenal, verdaderamente brillante para promover un ideal de egoísmo absoluto y recalcitrante, la justificación de un esquema de dominación arbitrario y la soberbia más cínica? Parece que todo el gigantesco esfuerzo hecho por Sócrates, Platón y Aristóteles (y si es por eso el de Tomás de Aquino, Spinoza o Kant) se ha ido viniendo abajo, y hace falta recomenzar nuevamente porque Nietzsche decidió revivir un muerto de más de dos mil años: la sofística y su relativismo. E igual que en Grecia, donde la sofística dinamitó las bases de su civilización, parece que hoy en día el relativismo moral más irracional, ya no en boca de aquellos nihilistas del siglo XIX, sino en los libertarios posmoderno del hoy, hace lo mismo con la nuestra.
Nuestros tiempos son los tiempos donde la razón práctica parece haber muerto, y en su lugar se impone la hegemonía de la opinión personal (del egoísmo), la doxa, a donde quiera que se busque.

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