domingo, 25 de enero de 2009

El resultado final.

McCain acaba de hablar, y con la responsabilidad y valentía de un gran hombre, de un verdadero republicano, acepta la derrota y hace un llamado de congratulación al nuevo presidente. El insiste, por más diferencias que tenga con Obama, ambos son americanos, y esa relación es la más grande e importante que cualquiera de los dos pueda considerar. ¿Quién fue John McCain? Un hombre que ama tanto a su país que escoge las palabras correctas para iniciar un nuevo período en la historia de su nación; aunque haya resultado él ser el perdedor.
¿Por qué no pueden nuestros países ser así? ¿Por qué se impone el deseo egoísta e individualista de gobernar por encima del bienestar del país en América Latina? El discurso de John McCain debe servir como ejemplo para toda persona que se llame a sí misma democrática, y que crea en los principios de la república. En Estados Unidos no se trata de ganar o perder, sino de ofrecer una opción, y aceptar la decisión definitiva del mandato popular, de la voluntad general.
Aquí en nuestros países el perder es motivo para comenzar a conspirar, para tratar de iniciar una revolución o una sedición, para justificar un discurso de desacreditación del ganador. ¿Por qué? Porque el poder es un premio, no un deber. Porque es un privilegio, no una responsabilidad. Aquí no se respeta la decisión de los ciudadanos; aquí a nuestros políticos no les importa de qué lado esté el pueblo, sino como engañarlo para seducirlo y someterlo. Si se pierde, entonces se busca tomar el poder por la fuerza, y si se gana, se busca aplacar al perdedor hasta erradicarlo.
Barack Obama es el nuevo Presidente de los Estados Unidos, y aunque uno pueda diferenciarse de él en tantos temas, por encima de la opinión individual, subjetiva, cargada de prejuicios y de intereses de uno mismo, esta decisión es mandato constitucional. John McCain en su discurso de aceptación expresa claramente esta idea. Esperemos que Obama, a pesar de su inexperiencia, tenga la sabiduría de administrar una victoria que lo acompaña también en el Congreso, y no caiga en la tentación del welfareismo, el populismo o la arrogancia. Esperemos que su inteligencia se traduzca en prudencia en su gestión.
Yo sólo me pregunto, si tenemos tan cerca, aquí mismo en nuestro continente, un ejemplo de seriedad y grandeza, de responsabilidad y sobriedad tan grande en los Estados Unidos: ¿por qué seguimos los latinoamericanos con nuestros complejos de inferioridad tratando de diferenciarnos de aquellos a los que deberíamos tratar de seguir? ¿por qué continuamos demostrando tanta inmadurez en política acompañada de tanto resentimiento por los gringos? ¿será porque ellos si lograron constituir un sistema político admirable y nosotros continuamos debatiéndonos por cuestiones tan fundamentales como la libertad? ¿es que la victoria de los gringos tanto dolor nos causa a nosotros que sólo podemos entonces volcarnos a la crítica ciega, sin juicio y con prejuicios de lo que es un sistema republicano exitoso?
Por supuesto ellos nos echan en cara su victoria y nuestro fracaso, y nosotros respondemos con rebeldía adolescente que nos hunde más en el atraso político en vez de orgullosamente constituir repúblicas respetables.

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