Acabo de leer uno de los grandes episodios de los Hermanos Karamázov, gran novela de como ustedes deben saber Fedor Dostoievsky. No relataré el cuento porque es injusto para los que no lo han leído, pero rescaté las siguientes reflexiones hechas por el autor en boca del hermano mayor Dimitri Karamázov.
"Dios da alegría, es su gran privilegio."
"¡Si arrojan a Dios de la tierra, bajo tierra lo encontraremos nosotros!"
"Si Dios no existe, el hombre es el señor de la tierra, del universo. ¡Magnífico! Pero, ¿como será virtuoso sin Dios? ¡Esta es la cuestión!"
"Sin Dios, tú mismo cargarás la mano sobre el precio de la carne."
Frases que me impresionaron y las comparto cordialmente con ustedes.
martes, 27 de octubre de 2009
sábado, 24 de octubre de 2009
Con un vasito de agua y con la luz apagada.
Oír al presidente últimamente es de verdad insólito. Su lenguaje previo siempre fue provocador y agresivo, llegando a decir cosas verdaderamente impresionantes. Pero lo último ya es sencillamente insólito. Chávez llama a los venezolanos a que apaguen las luces y a que se bañen con un vasito de agua las mañanas. Esto no solamente nos deja perplejos porque regala plantas de electricidad a otros países, sino por el hecho de que, al contrario de otros jefes de gobierno que prometen lo mejor y se justifican ante lo peor, Chávez promete lo peor y ni siquiera procura justificarlo. Es el sinsentido. En vez del gobierno invertir para mejorar la infraestructura de servicios tan básicos como el agua y la luz, el presidente llama a los venezolanos a que conciente y responsablemente acepten disminuir su calidad de vida. No es cuestión de pedir excusas ante la incompetencia de su gobierno, sino hacer un llamado a los venezolanos a que aceptemos como dado el ridículo deterioro de los servicios básicos en nuestro país, sabiendo que tenemos más que suficientes recursos para que no sólo se mantengan bien, sino que mejoren. Yo entendería que un presidente de Haití haga un llamado a sus ciudadanos para tratar de lidiar con los crónicos problemas que vive ese país. ¿Pero Venezuela? ¿El emporio petrolero de Sudamérica? ¿No suena a demasiado cinismo?
Es decir; Chávez le dice a los venezolanos "cálensela, porque esto no va a cambiar y yo de aquí no me voy." Interesante propuesta de gobierno, ¿no? Ser un buen ciudadano dentro de los estándares de la ideología chavista es adaptarse a las necesidades crecientes y los bienes decrecientes que se viven en Venezuela, aceptando como inamovible la voluntad soberana del Presidente de la República Hugo Chávez, tirano de tiranos de Sudamérica. Supongo que lo insólito resulta la regla en nuestra pequeña república andino-caribeña.
Es decir; Chávez le dice a los venezolanos "cálensela, porque esto no va a cambiar y yo de aquí no me voy." Interesante propuesta de gobierno, ¿no? Ser un buen ciudadano dentro de los estándares de la ideología chavista es adaptarse a las necesidades crecientes y los bienes decrecientes que se viven en Venezuela, aceptando como inamovible la voluntad soberana del Presidente de la República Hugo Chávez, tirano de tiranos de Sudamérica. Supongo que lo insólito resulta la regla en nuestra pequeña república andino-caribeña.
lunes, 19 de octubre de 2009
Deber y Virtud
En un debate en el Senado convocado por los cónsules para discutir nuevas contribuciones para proseguir la guerra contra Aníbal en Italia, uno de ellos les habla así a los distinguidos de la curia:
"Si pretendes imponer algo a un inferior, los tendrás a todos más dispuestos a obedecer si primero tú te impones esa obligación a ti mismo y a los tuyos. Un impuesto no resulta gravoso cuando los demás ven que todos los principales cargan con un parte del mismo mayor de la que corresponde por individuo. Por consiguiente, si queremos que el pueblo romano tenga flotas y las equipe, y que los particulares aporten remeros sin protesta, impongámonos primero nosotros esa misma obligación. Llevemos mañana los senadores al tesoro público todo nuestro oro, plata y blonce acuñado, dejando cada uno un anillo para él, su mujer y sus hijos (...); y los que tengan mujer e hijas, una libra de oro por cada una. Los que desempeñaron una magistratura curul, que conserven una libra de plata y los arneses del caballo, para que puedan tener un salero y un platillo para el culto de los dioses. Los demás senadores, solamente una libra de plata. En cuanto al bronce acuñado, dejémosle cinco mil ases a cada cabeza de familia. Pero todo el oro restante, la plata y el bornce acuñado llevémoslo inmediatamente a los triúnviros de finanzes antes de aprobar ningún senadoconsulto, a fin de que esta contribución voluntaria y esta porfía por prestar servicio a la república suscite la emulación del órden ecuestre en primer lugar y del resto de la población después. Éste es el único camino que hemos encontrado los cónsules después de largas conversaciones entre nosotros; seguidlo, y que los dioses nos ayuden. Un Estado sólido preserva también fácilmente las propiedades privadas; abandonando lo que es de todos, en vano tratas de conservar lo que es tuyo". (Livio, XXVI, 36, 3)
Quería dejar éste fragmento como llamado de atención a lo que deben ser las virtudes políticas del ciudadano republicano. Hoy en día vivimos profundamente aferrados a nustra individualidad y olvidamos con demasiada facilidad lo que es de todos. Subrayo la última oración del texto como un ejemplo de verdadera sabiduría política. El que sólo piensa en sus derechos y sus derechos ignorando por completo que la libertad acarrea deberes es el ejemplo clásico de una persona es todo menos ciudadano.
"Si pretendes imponer algo a un inferior, los tendrás a todos más dispuestos a obedecer si primero tú te impones esa obligación a ti mismo y a los tuyos. Un impuesto no resulta gravoso cuando los demás ven que todos los principales cargan con un parte del mismo mayor de la que corresponde por individuo. Por consiguiente, si queremos que el pueblo romano tenga flotas y las equipe, y que los particulares aporten remeros sin protesta, impongámonos primero nosotros esa misma obligación. Llevemos mañana los senadores al tesoro público todo nuestro oro, plata y blonce acuñado, dejando cada uno un anillo para él, su mujer y sus hijos (...); y los que tengan mujer e hijas, una libra de oro por cada una. Los que desempeñaron una magistratura curul, que conserven una libra de plata y los arneses del caballo, para que puedan tener un salero y un platillo para el culto de los dioses. Los demás senadores, solamente una libra de plata. En cuanto al bronce acuñado, dejémosle cinco mil ases a cada cabeza de familia. Pero todo el oro restante, la plata y el bornce acuñado llevémoslo inmediatamente a los triúnviros de finanzes antes de aprobar ningún senadoconsulto, a fin de que esta contribución voluntaria y esta porfía por prestar servicio a la república suscite la emulación del órden ecuestre en primer lugar y del resto de la población después. Éste es el único camino que hemos encontrado los cónsules después de largas conversaciones entre nosotros; seguidlo, y que los dioses nos ayuden. Un Estado sólido preserva también fácilmente las propiedades privadas; abandonando lo que es de todos, en vano tratas de conservar lo que es tuyo". (Livio, XXVI, 36, 3)
Quería dejar éste fragmento como llamado de atención a lo que deben ser las virtudes políticas del ciudadano republicano. Hoy en día vivimos profundamente aferrados a nustra individualidad y olvidamos con demasiada facilidad lo que es de todos. Subrayo la última oración del texto como un ejemplo de verdadera sabiduría política. El que sólo piensa en sus derechos y sus derechos ignorando por completo que la libertad acarrea deberes es el ejemplo clásico de una persona es todo menos ciudadano.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Inmortalizados en el monte.
En un acto totalmente fortuito vine a dar con una tremenda foto del Monte Rushmore en Dakota del Sur. Este monumento, además de ser bien particular, tiende a pasar desapercibido a uno como extranjero de ese país. Total, qué hay en Dakota del Sur además de pinos, ríos y este grandioso monumento. Sin embargo, la foto me causó mucha curiosidad y me puso a reflexionar sobre el asunto. La idea la concibió un historiador americano, Doane Robinson y llevada a cabo por el escultor Gutzon Borglum, en territorio que antes pertenecían a los indios Sioux y que ahora lleva el nombre de the Black Hill. El monumento fue aprobado y financiado por el Congreso de los Estados Unidos y comenzaron los trabajos en 1927 y en 1939 fue definitivamente completado. Quiero aprovechar para hablar un poco de los cuatro señores que han quedado inmortalizados en el granito de la montaña.
El primero de nuestros héroes es el extraordinario George Washington, nacido en la antigua colonia de Virginia en el año 1732. Si bien en principio se dedicó a la agricultura, dueño de varios esclavos en vista de que formaba parte de una acomodada familia sureña rural, en el año 52, tan pronto como a sus veinte años, se enlistó en la milicia virginiana con el rango de Mayor encargado del entrenamiento de milicias. Un año después fue encargado por el gobernador Robert Dinwiddie de entregar un ultimatum a tropas francesas que merodeaban en el valle del Ohio (en lo que es hoy Pennsylvania), territorio que reclamaban las colonias inglesas. En su misión, el temerario oficial novicio George Washington tuvo un intercambio de fuego con las tropas francesas y los puso a huír, sin sufrir bajas, quitó la vida a varios soldados de Francia. La prensa europea infló el acontecimiento lo cual enervó aún más las tenciones entre Francia y Gran Bretaña, momento que un ambicioso y turbulento rey de Prusia, Federico II el Grande, vio como momento oportuno e invadió Sajonia, motivo por el cual estalló la célebre Guerra de los Siete Años. Si nos remitimos a la fecha, el primer soldado que de hecho luchó en ese guerra fue el Mayor Washington en una oscura, apartada y desconocida frontera de los imperios coloniales anglo-franceses. Pero esa es otra historia. Washington tuvo una destacada carrera durante lo que los americanos llaman la Guerra Franco Indígena (en vista de que los franceses se hicieron en alianza con las naciones indias del oeste). Al finalizar la guerra nuestro héroe había ascendido a Brigadier General. En el período posterior se casó, se dedicó a sus negocios agrícolas, hasta que ocurrió lo mejor: estalló la rebelión en Massachusetts. No contaré la historia de la guerra que todos sabemos como terminó gracias al liderazgo de Washington. Se declaró la independencia en 1776, se expulsó a los británicos, se redactó una nueva constitución sin precedentes históricos y en el año 1789 (curiosamente año del estallido revolucionario en Francia) George Washington es juramentado Primer Presidente de los Estados Unidos de América.
Era un hombre muy alto, que no gustaba de usar pelucas, por lo que se teñia el cabello de blanco, que por cierto, lo tenía naturalmente rojo. Es raro imaginarse a George Washington como un pelirrojo, pero sí, aparentemente lo era. Un gran admirador del glorioso héroe de la antigua república de Roma Quincio Cincinato, siguiendo su ejemplo rechazó la posibilidad de un tercer período presidencial cuando pudo haber gobernado de por vida, y se regresó a sus tierras para terminar dedicándose a la agricultura. Un gran hombre de mucho carácter y extraordinario primer ejemplo para la recién nacida república de los Estados Unidos de América, renunció a su cargo como militar antes de aceptar la postulación a la presidencia. Murió en el año 1799.
El segundo de nuestros héroes en cuestión es mi norteamericano favorito: Thomas Jefferson, dejando en el modesto segundo puesto al inagotable General Robert Lee, pero de él hablaré en otro momento. Jefferson, al igual que Washington, era virginiano, pero de mucha mejor cuna. Nació el 13 de abril de 1743 y a la edad de nueve años ya estaba estudiando latín, griego y francés (que envidia), pero su papá murió cuando tenía tan solo catorce años. Le heredó una hacienda de más de dosmil hectáreas cuadradas y una muy nutrida población de esclavos. A los dieciséis años ya estudiaba en la universidad (College of William & Mary en Williamsburg para ser exactos) y se dedicaba a perfeccionar su griego, estudiar filosofía metafísica y ciencias naturales, leía los clásicos entre Homero, Tácito, Tito Livio, Cicerón y pare usted de contar. El más distinguido de su curso, era un estudiante obsesivo. A los veinticinco años comenzó la construcción de su famosa mansión Monticello, de estilo neoclásico, gastó fortunas en terminarla. Se convirtió luego en el centro de su gran plantación esclavista. Se casó con una viudita de veintitrés, tuvieron seis hijos, pero su querida murió luego del parto del último. Luego, durante su presidencia, la prensa amarillista lo atacó por haber tenido una supuesta relación con Sally Heming, una de sus esclavas, y haber procreado múltiples niños.
En el año 1774 ingresó a la política de su colonia en un ambiente convulsionado y crítico por los recientes impuestos declarados por el Parlamento Británico a sus colonias. Jefferson escribió su primer tratado publicado sobre los derechos de los británicos americanos en ese año, y en su escrito proponía la idea radical para aquel tiempo de que los colonos tenían un derecho natural a autogobernarse. ¡Vestigios de una mente republicana! Luego en el Congreso Continental formó parte de una comisión que le concedió la redacción de una declaración de independencia de Gran Bretaña y el resultado lo conocemos muy bien en nuestros días; uno de los documentos más bellos y sabios de la literatura política de aquellos años. Luego fue legislador en Virginia adelantando legislaciones reformistas muy liberales y de avanzada para su época. Luego fue gobernador de su estado del 79 al 81, sirvió como representante de Virginia ante el Congreso por un año (83-84), para ser luego embajador de Estados Unidos en Francia, puesto que no dejó de ser controversial pues, se cuenta que su amistad con el Marqués de La Fayette lo introdujo en a dinámica revoluionaria francesa y que incluso la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano fue redactada en su despacho diplomático. Es demasiado lo que se puede decir de Jefferson, pero no basta decir que fue Secretario de Estado del gobierno de Washington, tercer Presidente de los Estados Unidos por dos períodos, fundador del primer partido político norteamericano, compró la Luisiana a Bonaparte, fundó la que hoy en día es la Biblioteca del Congreso (la más grande del mundo) con sus propios libros, fundó la Universidad de Virginia (sueño que había tenido desde antaño), etc. Murió el 4 de julio (celebración de la independencia) de 1826, el mismo día que su íntimo amigo John Adams.
De Abraham Lincoln se puede contar una historia no menos gloriosa. Nació el 12 de febrero de 1809 en el Estado de Kentucky, en una cabaña de madera de una sola habitación de dos padres campesinos en condiciones modestas, por más que el padre fuera dueño de varios terrenos. Su familia se mudó para Indiana cuando no tenía más de siete años, por motivos que rápidamente entendió que tenían que ver con la esclavitud. Su padre, campesino medio, no podía competir con los cultivos de extensión explotados por masiva mano de obra esclava. Su madre murió cuando tenía tan sólo nueve años, pero se encariñó mucho con la esposa que luego esposó su padre. Años después la familia se mudó a Illinois huyendole a una peste. A los veintidos años Lincoln comenzó a dedicarse al comercio a través de la cuenca del Mississippi, y aunque su educación colegial fue muy escaza, era un lector autodidáctico muy apasionado. Era hábil con el hacha y el revólver, pero una característica particular de él es que no le gustaba cazar animales, ni siquiera por alimento. Aunque tuvo dificultades para conseguir una esposa estable (la primera novia murió muy pronto), logró establecer una familia, de la cual sólo sobrevivió hasta la adultéz uno de sus hijos; los demás muriendo prematuramete. Tan pronto como a los veintitrés años ya tenía ambiciones políticas y se postuló para la Asamblea General de Illinois, cargo al cual no accedió pero alcanzó una suma de votos respetable para los absolutamente nulos recursos pólíticos que manejaba. Lincoln hizo su campaña con lo poco que tenía dándole la vuelta a su estado. Dos años después, en 1834 sí ganó un puesto en la legislatura estadal. Luego logró iniciar sus estudios en derecho, carrera que logró perseguir exitosamente hasta convertirse en un abogado reputado por su capacidad por evaluar profundamente los argumentos y defender hábilmente sus casos. Luego fue escogido por cuatro períodos consecutivos a la legislatura estadal, lo cual demuestra que era un político con buen prospecto futuro. Ya en el 30 afirmó públicamente que se encontraba en contra de la esclavitud, y continuó defendiendo esta postura en un ambiente nacional que estaba cada vez más dividido. En el 46 fue escogido al Congreso de los Estados Unidos y sirvió por dos años e ingresó a la política nacional definitivamente.
De vuelta en Illinois se dedicó a ejercer el derecho lo cual lo hizo con muchísimo éxito por años, llegando a representar a grandes corporaciones. Sin embargo el caso de la Ley Kansas-Nebraska lo atrajo de vuelta a la política nacional. Se postuló al Senado como foribundo abolicionista pero desistió en su intento. El país estaba muy dividido, al borde de la separación por el asunto de la esclavitud. Hubo debates famosos en los que Lincoln participó y que hoy en día son recordados con cierta solemnidad, pero lo importante es que el partido Whig, al cual él pertenecía, se terminó de dividir por completo frente al tema de la esclavitud, y llegó la hora de formar un nuevo partido. El partido republicano fue fundado por Abraham Lincoln en medio de una constelación de partidos radicalmente abolicionaistas de Nueva Inglaterra. Sin embargo fue su partido republicano el que lo llevó a ganar la campaña electoral de 1860, momento en que la situación se hizo insostenible. En febrero de 1861 el estado de Carolina del Sur se declaró independiente de los Estados Unidos. En pocos meses se le unirían otros diez estados sureños y estallaría la cruenta y dolorosa Guerra Civil. Estados Unidos hubiera dejado de existir, pero en parte ese acontecimiento tan terrible no se dio, porque la causa de la unión tenía a un hombre tan determinado como lo fue Abraham Lincoln. Al final de todo el drama, Lincoln quizo viajar a la abandonada capital del sur Richmond, Virginia, y entró con un pequeño grupo de guardaespaldas. La ciudad estaba abandonada, pero cuando llegó al centro, aparecieron de las sombras decenas de negros esclavos que se acumularon alrededor de él clamándolo como el liberador, queriendo tocarlo y la guardia temerosa de un atentado, cuando de pronto un negro anciano penetra el anillo de seguridad y se arrodilla a los pies del presidente. Lincoln lo levanta y le informa que a partir de ahora es un hombre libre, ya no tiene que arrodillarse ante nadie. Lincoln fue asesinado de un tiro en la nuca el 15 de abril de 1865 por John Wilkes Booth mientras atendía a la Opera. No había terminado su período presidencial.
Nuestro cuarto héroe nació en el año 1858 en la familia Roosevelt acentada en Nueva York desde mediados del siglo XVII y llevó de nombre Theodore. Desde niño se sintió atraído por los animales y la biología en general, tanto así que llegó a organizar pequeñas exibiciones de animales que él mismo cazaba, diseccionaba y luego agrupaba. Desde niño recibió el sobrenombre de "Teddy" Se casó pero perdió a su mujer el segundo día luego de haber nacido su primera hija. Su madre había muerto el mismo día en la misma casa unas horas antes. El golpe emocional fue devastador, en el que en su diario dibujó ese día una gran X que ocupó toda la hoja. Fue un excelente estudiante de geografía, historia y biología pero muy deficiente en matemática, latín y griego. En 1876 entró a estudiar en Harvard. Además de destacarse en filosofía, ciencias naturales y oratoria, también se dedicaba a deportes; entre ellos el boxeo. Sin embargo concentró su estudio en el Arte de la Guerra, llegando a publicar su primer libro sobre la Guerra Naval de 1812 (año en que Bonaparte invadió el imperio Ruso con consecuencias catastróficas), y fue muy bien recibido por la crítica, tanto así que es considerado un clásico del estudio de la estrategia naval incluso en nuestros días. Durante éstos años estaba íntimamente vinculado a la pólítica como miembro del partido republicano. Legislador muy activo en la legislatura newyorkina. Ya como un actor importante en la política de su estado, en 1884 asistió a la convención nacional del partido. La experiencia de la política de partidos lo desestimuló lo suficiente como para querer retirarse a unas tierras que había comprado en Dakota del Norte, donde se dedicó tranquilamente a la cacería. Allí aprendió a montar caballo y a enlazar, adquieriendo todo el estilo de un baquero de western americano. En su exilio autoimpuesto vivió la experiencia de perseguir a un grupo de ladrones que penetraron en su propiedad. Se mantuvo despierto toda la noche espeándolos con un rifle, y para evitar dormirse leía la obra de Tolstoi. Casado una segunda vez, volvió a la política en la ciudad de Nueva York y logró hacerse presidente de la oficina de policía de la ciudad. Hablamos de un hombre que definitivamente tenía modales rudos, representaba ciertos dotes masculinos de su época. La policía reconocida como la más corrupta de los Estados Unidos (NYPD) fue reformada por el talante de hierro y la honestidad inquebrantable de Theodore Roosevelt en sus dos años en el cargo.
Siempre fascinado por la historia naval, fue escogido sorpresivamente, con ayuda de su amigo congresista Henry Cabot Lodge y el presidente William McKinley, Asistente de la Secretaría de la Naval en 1897. El carácter de Roosevelt era muy especial, entusiasta y partidario de la guerra, llegó a afirmar "yo debería siempre darle la bienvenida a cualquier guerra, porque creo que a este país le hace falta una." Al estallara la guerra contra España Roosevelt renunció de su cargo y reclutó voluntarios del oeste tanto como amigos de las universidades Ivy League, para formar un regimiento de caballería que fuera a combatir en Cuba. ¡Qué hombre aventurero! Mucho se podrá decir de Teddy Roosevelt, pero nunca que fue un cobarde. Durante la guerra fue nominado a la Medalla de Honor pero al final no se la otorgaron. Luego de la guerra fue elegido gobernador de Nueva York con lo que combatió con sus más apasionadas energías la corrupción de las maquinarias políticas. Ganó la vicepresidencia junto con el reelecto McKinley, pero éste murió protno en 1901 y él lo sucedió como presidente de los Estados Unidos. Ganó una reelección y gobernó hasta 1909. Fue partidario de una política imperialista y de utilizar todo el poder que los Estados Unidos había aglomerado hasta el momento para introducirse en el concierto de las naciones como una nueva potencia mundial, especialmente luego de haber barrido a España en la pasada guerra. Su política exterior hacia los países tercermundistas fue muy conocida como la doctrina del "gran garrote." La metáfora habla por sí misma. Fortaleció a los Estados Unidos y le dio el estatus de potencia mundial. Luego de su presidencia cometió empresas tan raras como una expedición científica que llevó a cabo en las profundidades de Brasil donde llegó a hacer descubrimientos renombrados. Verdaderamente, un científico desde niño, cazador apasionado, patriota foribundo, guerrero y político de honestidad intachable, Theodore Roosevelt se ha ganado tremendamente ese puesto al lado de los grandes en el Monte Rushmore.
Lo que más me gusta de este monumento con sus cuatro gigantes rostros mirando al firmamento, es cómo los americanos inmortalizaron a sus grandes héroes en el granito, en figuras que quién sabe por cuántos miles de años permanecerán allí. Para tener vidas finitas y a veces efímeras, el recuerdo de los grandes hombres tallada sobre la montaña es una muy cordial honra a los grandes hombres que formaron ese país, y el recuerdo será rescatado por quién sabe quién en un futuro que nos es completamente desconocidos.
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domingo, 11 de octubre de 2009
Un gran relato de Chéjov.
Sólo para hacer una nota breve, acabo de leer un cuento de Antón Chéjov (el célebre narrador ruso-ucraniano de siglo XIX) que me ha conmovido lo suficiente como para hablar un poco de él. "La dama del Perrito" se llama, y el tema es muy sencillo, el amor en la infidelidad. Como ésta historia hay miles, pero llamo la atención del estilo discursivo que es entretenido desde el primer momento. Lo que comienza como algo trivial y momentáneo, escala en un amor alocado e insensato. No puedo más que preguntar, ¿cuántas veces no hemos estado como Dmitrii Dmitrich Gurov? Enamorados, haciéndo el ridículo porque la sola contemplación de la persona amada nos enloquece, nos hace perder el control de nuestras acciones. Es el amor el sentimiento humano del que más se ha escrito, me parece a mí. Un estudio estadístico podría comprobar lo contrario, pero a mí me parece que es así. Debe ser tan común, una sensación tan compartida, tan vivida por todos, cada uno en su momento, que los grandes poetas no dudan contarnos sus historias y conmovernos con ellas, porque es la verdad, cuando los personajes comienzan a cometer estupideces uno como lector se dice a sí mismo "yo he estado allí, cometiendo ese tipo de estupideces". Y es que el amor nos hace muy estúpidos, pero hay una grandiosa felicidad en ese tipo de estupidéz.
Pueden encontrar el cuento en el siguiente vínculo: http://www.literatura.us/idiomas/ac_dama.html
Se los recomiendo con sinceridad.
miércoles, 7 de octubre de 2009
Rusia y Rachmaninov
"Sin la música la vida sería un error" afirmó Nietzsche tan acertadamente en El Crepúsculo de los Ídolos. Quizá una de las pocas afirmaciones de Federico con las que estoy total y abslutamente de acuerdo. Abro con ésta cita porque quiero hablarles de uno de mis músicos predilectos; Sergei Rachmaninov, y una de sus piezas preferidas por mí; el tercer concierto para piano. Para los que no lo conoces, autor ruso de música contemporánea, entiéndase, principios del siglo XX, con un estilo musical verdaderamente espiritual. Advierto que no es un autor sencillo. La primerz vez que dí con su música, quizá no me agradó del todo. Pero digamos que me senté con curiosidad y por pasión, y he descubierto las melodías invernales más sensacionales que se pueden oír. Pero ahora quiero comentarles específicamente sobre el tercer concierto para piano, muy conocido por muchos.
Debo decir que Rusia es todo un misterio para mí como occidental. Por una parte tengo los prejuicios característicos que nos han hecho ver a ese imperio oriental como la cumbre del despotismo, la injusticia y la crueldad. Como el enemigo de nuestras ideas ilustradas, de nuestras convicciones republicanas y de nuestros deseos liberales. Pero hay algo de misterio en Rusia, algo de ese helado invierno que tanto temor nos da, algo que sin duda despierta mi más completa curiosidad y aliementa mi mayor admiración. Rusia, para nosotros los occidentales, es una gran contradicción. La amamos y la odiamos. Ese es el sentimiento que despierta el tercer concierto para piano de Sergei Rachmaninov.
El primer movimiento es una bienvenida a aquél helado mundo, en las primeras notas se dibuja la infinita estepa congelada. La entrada del piano es ese martillazo de pasión, un llamado a la profundidad del espíritu, desatado de las frivolidades del cuerpo. En el frío no hay sensaciones del cuerpo, sí la onda reflexión sobre la condición del alma. El movimiento se pasea por distintas tonalidades, en un aparente desorden de estructura, entre momentos climáticos y recesiones pacíficas. La destreza de un pianista debe ser muy aguda, por la complejidad y exigencia que requiere el tocar ésta pieza. El segundo movimiento es la ternura exaltada. Un viaje por Siberia como el de Doctor Shivago, con una tonalidad melancólica pero tremendamente romántico. Esa felicidad extraña, solitaria, apartada, en la mera contemplación; de eso se trata éste segundo movimiento. Mucho más breve que el primero, que ya de por sí es largo, concentra aquellas pequeñas emociones que le dan un tono triste pero hermoso a la vida. El paso al tercer movimiento se da de manera abrupta y violenta, a tonos más citadinos y elocuentes, como si de las frías estepas hayamos ingresado a una de esas noches petersburguesas de Dostoievsky. El final, o mejor, el Gran Final, se nos presenta en un torbellino de sonidos fuertes liderados por el piano que termina repentinamente como un paro cardíaco; de la exaltación maravillosa de la vida, el oscuro silencio de la muerte. Rachmaninov es un genio, y su música tocada como un Evangelio.
(...)
No introduzco arbitrariamente a Dostoievsky en nuestra conversación. Para mí, esos dos grandes artístas, el narrador y el músico, son los grandes exponentes del espíritu ruso común: independiente de las necesidades estéticas de la vida occidental y urbana, internado en las profundidades de su espiritualidad y su religiosidad. Sí, el pueblo ruso es muy cristiano, muy religioso. Todavía lo son. En eso nos superan a nosotros los supuestamente sofisticados occidentales. ¿Por qué asocio a Dostoievsky con Rachmaninov? El narrador es de la generación anterior, la de Tchaikovsky. ¿Por qué lo junto con Sergei? Si han leído novelas de Dostoievsky, descubrirán rápidamente sus temas: el nihilismo, la mezquindad, la miseria, lo enfermo, en fin, los grandes defectos humanos. Su gran tema es el ruso común, la persona tradicional, el ser humano exento de todo heroísmo y grandilocuente historia. Eurípides ruso. En ese sentido es totalmente contemporáneo, de mentalidad industrial. En Dostoievsky encontramos el huracán ideológico de las sociedad industriales. Bueno, la música de Rachmaninov a mí me suena a precisamente eso. Tchaikovsky es muy romanticista, muy glorioso, muy del tzarismo. Tchaikovsky se parece es a Tolstoi. ¿Qué decir de una Obertura 1812 y una novela como La Guerra y La Paz?
Rusia es desde todo punto de vista una civilización atractiva. La fuerza de su espíritu viene repartida en densas unidades. A los que la densidad los abruma, los angustia o les fastidia, pueden conseguir ejemplos de mucha mayor ligereza en las culturas francesa o inglesa. Rusia no será un buen lugar para los que prefieren tomarse las cosas con sencilla y linda tranquilidad.
domingo, 4 de octubre de 2009
Justicia y Libertad
Seamos sinceros, la política es un asunto de pasiones. Por supuesto que las variables de poder se manejan de acuerdo con criterios racionales, pero éste es un campo reservado para los líderes, dirigentes y ambiciosos de ese poder. Pero para el ciudadano común, para el ciudadano de una república vigorosa, no para el súbdito de un monarca, ni para el esclavo de un tirano, la política es un asunto de pasiones. Incluso las elecciones hechas por los votantes en repúblicas vigorosas, aunque son hechas de acuerdo con cálculos racionales, vienen siempre acompañadas de la fuerza y convicción que se derivan de las pasiones. Sólo en repúblicas estériles la racionalidad es el único principio, como en aquellos helados países escandinavos, y a veces parece que incluso en Alemania.
La tesis platónica del Rey Filósofo no es para nada descabellada. Todo lo contrario, es totalmente coherente. La Democracia Ateniense, también como cualquier modelo de república vigorosa, se administraba más con pasiones que con razón. Y es un axioma antropológico que el motor político de los pueblos son antes las pasiones que la los juicios estrictamente utilitarios. Precisamente por éste motivo Platón rechaza completamente a la Democracia Ateniense, en favor de una forma de gobierno donde el gobernante pueda ejercer el poder soberano sin la necesidad de convencer a los gobernados. Por ende, desatado de éste requerimiento, puede gobernar estrictamente con la razón.
Ahora, ¿por qué es para Platón tanto mejor el gobierno de la razón que el gobierno de las pasiones? Tan sencillo como que, en la tradición socrática a la que pertenecía, él no podía conciliar filosóficamente a las pasiones con los requerimientos de la justicia. Y el descubrimiento de Platón, descubrimiento que hasta ahora casi nadie en su sano juicio ha rechazado, es que el bien supremo de la política, el bien común por excelencia, es la justicia. Sólo el filósofo inobstaculizado por las tendencias pasionales de las formas de gobierno populares puede administrar justicia con absoluto equilibrio y legitimidad.
Por otra parte, un republicano tan convencido como lo fue Maquiavelo, entendía totalmente las implicaciones pasionales del republicanismo, pero a diferencia de Platón, las reivindicaba. Porque, además de la justicia, el otro gran bien de la política, a veces en pugna con la primera, es la libertad. Y el Maestro Florentino hace su apuesta por la libertad en el republicanismo, mientras que el Gran Filósofo apuesta a la estabilidad pacífica de un gobierno unipersonal (o aristocrático en la República), mucho más propenso a impartir justicia, siempre y cuando el o los gobernantes sean justos. Pero la experiencia de vida de nuestros dos autores los separó por rutas irreconciliables. Mientras Platón tuvo que presenciar el arbitrario juicio y sentencia mortal de su admirado maestro Sócrates, por un tribunal popular prejuiciado, vengativo y mezquino, Maquiavelo vivió en carne y hueso, llegando a la experiencia de la tortura, las arbitrariedades y ambiciones desenfrenadas de los monarcas y tiranos de su tiempo (insólito que ambos hayan vivido también la experiencia contraria, Platón en sus infortunados viajes a Siracusa y Maquiavelo en su fracasada lucha por una república libre florentina).
Luego de toda nuestra experiencia histórica occidental, ¿qué? ¿Quién triunfa en el debate entre la razón de la justicia y la pasión por la libertad cuando ambas están en pugna? La única respuesta, modesta por lo pronto, a la que puedo llegar en éste momento, producto de una experiencia que tuve el día de hoy es, qué aburrida es la política cuando está excenta y qué indignante es la política cuando abunda la injusticia. El republicanismo debe integrar los dos principios: libertad y justicia, y deshacerse de esa interpretación errada de que en política todo es una elección racional, porque de hecho no lo es casi nunca (vean a Venezuela). La virtud del sistema inventado por Montesquieu es la mixtura entre la justicia impartida racionalmente por una aristocracia legítima como lo es el Poder Judicial, y la libertad apasionada que vivimos en los tiempos de elecciones y en los acalorados debates en los Congresos de las repúblicas.
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sábado, 3 de octubre de 2009
La religiosidad de Maquiavelo
Iniciémos el mes de octubre hablando sobre uno de mis autores más admirados y preferido; Maquiavelo. Lo comento y me interesa porque existe toda una mitología de prejuicios sobre el Maestro Florentino que a mi me parece verdaderamente lamentable. Y sí, como lamento ese adjetivo tan injusto cuando queremos referirnos a un político sin escrúpulos y lo tildamos de "maquiavélico". El pobre Maquiavelo estaba en el exilio, viviendo una vida de campesino que le aburría tremendamente, luego de haber viajado por casi toda Europa occidental y haber conocido a los grandes estadistas de su tiempo, cuando era tan sólo un humilde secretario de embajada de la cancillería florentina. Pero alcanzó una posición importante durante la administración del bondadoso, y quizá demasiado bondadoso, Gonfaloniero vitalicio Piero Soderini, como organizador de la milicia de ciudadanos de florentinos y haber cooperado en la toma de Pisa. Toda una experiencia que le serviría para escribir luego su tratado "El Arte de la Guerra". Entonces tenemos a este hombre acostumbrado a la turbulenta política de una república tan inestable como Florencia a principios del siglo XVI, gran jugador y mujeriego, repentinamente exiliado en el campo como mercader, agricultor y otras profesiones que nada venían al caso en un hombre urbano como Maquiavelo. Todo esto luego de la caída de la república y el retorno de la tiranía de los Medici. Fue apresado, torturado y enviado al exilio en el campo a unos 15 kilómetros de Florencia. ¿Por qué? Por republicanos. ¿Por ser fiel a los príncipes? No. Por ser fiel a la libertad.
¿Qué hace, entonces, un hombre con tanta cultura política, un humanista conocedor de los textos clásicos, gran admirador de la obra de Tito Livio, encerrado en una choza de campo, aburrido y dedicado a la bebida? Echemos un vistazo a un famoso fragmento de una carta de Nicolás a su amigo Franceso Vetori:
"Me levanto en la mañana con el sol, y salgo camino hacia un bosque mío que estoy haciendo talar, donde me detengo por dos horas para ver lo que se hizo el día anterior y para hablar con los leñadores que siempre tienen un problema encima ya sea entre ellos o con sus vecinos (...) Dejando el bosque voy hacia un riachuelo y de allí a algunas trampas de pájaro mías. Tengo un libro conmigo, Dante o Petrarca o alguno de los poetas menores, Tibulo, Ovidio o por el estilo. Leo sobre sus pasiones amorosas y sus amores, yo recuerdo el mío propio, y habito gratamente en estos pensamientos por un rato. Entonces voy hacia el camino y hacia la taverna. Hablo con los transeúntes, les preguntos noticias sobre sus villas, escucho toda clase de cosas, y observo los varios gustos e ideas del hombre. Mientras tanto es hora de almuerzo, y con los míos como la comida que me provee esta pobre granja y miserable patrimonio mío. Una vez de haber comido regreso a la taverna. Encuentro al anfitrión y usualmente a un carnicero, un molineor, y a un par de horneadores. Con ellos me degrado jugando todo el día a la cricca y tric-trac, y esto hace que surjan mil argumentos y disgustos sin acabar con palabras insultivas, y muchas veces hay una pelea por un penny, y se nos puede oír gritando tan lejos como en San Casciano. Y así, rodeado de estos piojos, destruyo las telarañas de mi cerebro y alivio lo lamentable de mi destino, el contenido de que me arroye de esta manera y ver si no esta avergonzado de tratarme así.
Cuando llega la noche retorno a mi hogar y voy hacia mi estudio, y en la puerta me quito mi ropa de diario llena de barro y de sucio, y me pongo las togas reales y curiales; y decentemente ataviado entro en las cortes de los antiguos, donde afectivamente soy saludado por ellos, tomo parte de ese alimento que es sólo mío y para el cual he nacido; donde no estoy avergonzado de hablar con ellos e investigar las razones de sus acciones; y ellos por su propia gentileza humana me responden, y por cuatro horas de largo no siento preocupación alguna; olvido todos mis problemas, no le temo ni a la pobreza ni a la muerte. Me doy por entero a ellos. Y porque Dante dice que el entendimiento no constituye conocimiento a menos de ser retenido en la memoria, he escrito lo que he aprendido en sus conversaciones y he compuesto una pequeña obra, El Príncipe..."
Hermoso fragmento, pero importante por lo ilustrador de su situación. Maquiavelo necesitaba llamar la atención de los Medici en Florencia, lo cual al final de su vida logró, y el Príncipe es la carta de presentación que el prepara para reintroducirse en la política en su ciudad. ¿Un diabólico realista sin principios y sin ética? ¿El teórico de los gangsters? No. Un hombre con una gran sabiduría política en un estado de marginalidad y de depresión que escribe descarnadamente y sin prejuicios sobre cómo se hace política en su tiempo. No nos dejemos engañas, Maquiavelo no inventó el realismo político. Tan sólo lo descubrió y lo publicó. Bien valiente para publicar un texto como el Príncipe en sus tiempos.
Pero ahora quiero apuntar un detalle sobre la supuesta visión amoral de la política de Maquiavelo. A los que dicen que sólo era un pragmático ateo o pagano, leamos algunos fragmentos de uno de sus discursos en otra de sus obras:
"... de hecho no hubo nunca un legislador que, al introducir leyes extraordinarias a un pueblo, no haya recurrido a Dios, porque de otra manera no hubieran sido aceptadas..." (Maquiavelo, Los Discursos, Libro Uno, Discurso 11). Este es el primer argumento bastante pragmático en principios. Pero no nos apuremos a conclusiones prematuras. "Como la observancia del culto a lo divino es la causa de la grandeza de las repúblicas, así la negligencia sobre ella es la causa de su ruina" (Ibid) dice más adelante. ¿Qué les parece? Y esto tiene que ver con un argumento práctico que da seguidamente cuando nos advierte que "la seguridad de una república o de un reino, no depende de que su mandatario gobierne prudentemente durante su vida, pero ordenando sobre ella de tal manera que, luego de su muerte, pueda mantenerse siendo tal." (Ibid) ¿Qué dicen? ¿Esta importancia que le da a un factor trascendental no es precisamente ése respeto al culto a la divinidad? Veamos: "Aquellos príncipes y aquellas repúblicas que deseen estar libres de la corrupción, deben mantener incorruptas por encima de todo las ceremonias de su religión y deben mantenerlas siempre en veneración; pues no puede haber una indicación más segura del declive de un país que el ver las creencias religiosas olvidadas." (Ibid, Discurso 12) Pues sí, aunque nos habla de las religiones en términos generales, vemos con toda claridad la importancia que dichas creencias tienen para la estabilidad y prosperidad pública y moral de los países en el pensamiento de nuestro autor.
Luego hablaré más de Maquiavelo, pero lo dejo hasta aquí para no hacer el texto demasiado extenso.
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