jueves, 27 de noviembre de 2008

Mis dos caras de gémini.

Una vez uno de mis grandes amigos me dijo que yo cambiaba mi forma de ser siempre que cambiaba mi entorno, como si me adaptara al ambiente y mi personalidad fuese una distinta a la anterior. No crean que sufro de identidad disociada ni nada por el estilo. Sino que es normal en una persona gemini el ser cambiante y adaptable a las situaciones más extrañas y diferentes. Y en este orden de cosas he buscado conocerme mejor y creo que puedo reducir mis cambios de carácter a dos grandes ramas: la que presento a todos, con la que me muestro al público, cuando interactúo en sociedad y me integro con las personas; soy una persona amistosa, risueña, trato de ser chistoso, y presentarme como una persona alegre, con la que se puede hablar de cosas interesantes. Cuando me muestro con este rostro trato de escuchar a las personas, tiendo a ser menos egolatra y a prestarle atención a los problemas de la gente, incluso para sugerir y aconsejar. Soy lo que comúnmente se conoce como "pana". Yo con este rostro soy "pana".
Pero entonces está el otro rostro, uno que sólo mis amigos, mi familia y algunos otros (des) afortunados conocen. El de una persona que trata de ser racional, de pensarlo todo desde una perspectiva filosófica, y que tiende a los monólogos pedagógicos. Con este rostro soy de un humor más cínico, algo chocante quizá, y cuando estoy en soledad tiendo a estar de mal humor. Más bien resulto distante, arrogante, mi paciencia es muy limitada. Este es un rostro pesimista, altamente introspectivo, que disfruta mucho de la soledad, de leer, de pensar, de escribir como lo hago ahora; este es un rostro que pasa el tiempo jugando con su imaginación, creando mundos y soñando con los antiguos.
Yo he buscado entonces dar cuenta de dos aves que puedan expresar estos dos rostros. Aquél por como me conocen la mayoría de las personas, el otro por el que me conozco más que nadie, yo mismo, como yo siento que soy de verdad. Estas dos aves son el loro verde y el búho real o cornudo. Veo en ellos el arquetipo de mis dos rostros, la manera como siento que me desdoblo.

Lo curioso es que siento que el búho es más real que el loro. Lo siento más parecido a mí, me identifico más con él. Cuando estoy en soledad, introspectivo en mi mundo mental me siento más real, como si el loro fuera una mera apariencia. ¿Pero quién soy yo? Ahora me acuerdo de un debate que plantea Hanna Arendt en su libro Sobre la Revolución; dice que hay dos grandes paradigmas filosóficos de como el individuo puede ser para él y para los demás: el primero es dado por Sócrates que dice que uno debe ser como uno quiere que los demás lo vean a uno, mientras que para Maquiavelo uno debe aparentar ser aquello que uno quiere ser. Existe una unidad del sujeto entre lo que es y lo que aparenta en la visión cristiana de Maquiavelo, mientras que la visión precristiana de Sócrates lo hace plantear una diferencia, una partición del ser entre lo que realmente es y su representación, su apariencia. Admito que me siento mejor explicado por la teoría de Sócrates.
De esta manera puedo decir que el búho es quien soy de verdad y el loro es mi disfraz social. ¿Pero cómo puedo yo asegurar que sea más uno que el otro? ¿Cómo pruebo que uno es una apariencia y el otro no? Muy bien puede ser al revés, o ambos ser reales. ¿Qué criterio me hace a mí pensar que el búho es real y el loro no? No tengo respuesta clara.

No hay comentarios: