domingo, 31 de enero de 2010

Ana Karenina y Tchaikovsky


Como muchos deben saber, Tolstói es uno de los escritores más célebres de la literatura rusa. Hace unos meses en una feria de libros usados me encontraba ante la ambivalencia de no saber qué libro escoger de entre todos los tesoros que allí se encontraban, y el dinero no me alcanzaba para más de uno. Entre una biografía de Stalin, la Filosofía del Derecho de Hegel, todas las Vidas Paralelas de Plutarco, y otros títulos cuyo nombre no recuerdo, hasta que decidí correr el riesgo de comprar a un autor que hasta entonces no había leído (pero cuya fama es universal). Compré Ana Karenina de León Tolstói, y debió haber sido, sin duda, mi ángel de la guarda quien me llevó a leer esta novela. De Tolstói sólo conocía La Guerra y la Paz, pero luego de comprado el libro me tomé la molestia de investiga un poco, y resulta ser que Ana Karenina es una de las novelas más grandes de la literatura universal. Ahora que la llevo bien avanzada puedo afirmar con plena convicción que de hecho esta es una obra maestra. Hay algo en la literatura rusa de especial que la hace más grandiosa que todas las demás (o al menos la equipara al nivel de los grandes como Dante, Cervantes, Shakespeare y Goethe).

Si hay una novela que logra expresar a la perfección el significado de la palabra "belleza" y todo lo que ella implica, esa es Ana Karenina. Por su tono y su estilo, lo que podría ser nada más que una novela romanticona como las hay por montón, es más bien una historia contada con un talento y una sensibilidad por lo hermoso que deja al lector impresionado. Al menos yo he quedado así, pues, como no soy un estudioso de las letras, pero procuro avanzar en la literatura universal, no logro comprender qué es lo que hay en la forma de escribir de Tolstói, pero una magia inexplicable hay detrás de todo ello. Quizá lo que más me ha llamado la atención es el contraste que existe con mi autor predilecto de la literatura, Fedor Dostoyevski (otro ruso) cuya estética es radicalmente opuesta. Tolstói cuenta las historias en las grandes cortes, entre princesas, funcionarios respetados y grandes y hermosos palacios. Los detalles tan precisos que adornan la estética son tan perfectos que la vida hermosa de estas personas es admirable. En Ana Karenina todo es bello. Por el contrario Dostoyevski es el escritor de los pobres, de los liciados, los alcohólicos, los obsesivos, los antisociales, los tuberculosos. Aquéllos sujetos llenos de defectos de carácter y de cuerpo, cargados de vicios, pero al mismo tiempo tan encantadores, lo que es la magia de Dostoyevski (conciliar lo feo con lo encantador). Los dos fueron contemporáneos, y mientras el eslavofilo de Dostoyevski escribía sobre las injusticias de Rusia, el anarquista de Tolstói describía la belleza de la alta sociedad. Qué interesante, ¿no?

Para concluir esta nota traigo a colación la conexión que tiendo a hacer entre literatura y música. Como antes hablé de Dostoyevski y su paralelo en la música de Sergei Rachmaninov, he encontrado la similitud precisa entre nuestro autor del momento León Tolstói y el monumental Piotr Tchaikovky. Al igual que Tolstói, la obra de Tchaikovsky es de grandeza, belleza y perfección. La que es mi sinfonía preferida de Tchaikovsky, la quinta (a diferencia de la opinión común que exalta la sexta) es la espectacular danza entre Ana Karenina y su amante Vronski. El drama del adulterio, la frustración del rechazo, la angustia de la separación; esos son los temas de Ana Karenina. Y consigo su correlato musical en las grandiosas y bellas sinfonías de Tchaikovsky.

En todo caso, es León Tolstói un autor que no puede ser ignorado, y Ana Karenina una de sus más grandes novelas. Pasa a ser una de mis sugerencias predilectas.

jueves, 21 de enero de 2010

Locura desenfrenada

Ayer Chávez dijo: "un reporte preparado por la Flota Rusa del Norte indica que el seísmo que ha devastado a Haití fue el claro resultado de una prueba de la Marina Estadounidense por medio de sus armas de terremoto."

¿Ustedes pueden creer esto? A estos niveles llega el delirio del presidente y tirano de Venezuela. Yo, que no soy ningún admirador del presidente Obama ni mucho menos, admito que la respuesta que ha llevado a cabo su administración, la movilidad de recursos, personal de asistencia y fuerzas de orden público para solventar lo antes posible un sufrimiento tan dramático por el que pasa el pueblo de Haití, es motivo de alabanza y agradecimiento. En Haití se calló el palacio de gobierno y la cede del Congreso: el gobierno está físicamente caído. El desorden público brotó en pocas horas que se tornaron en violencia. La asistencia de Estados Unidos, que por lo demás es el país con mayores recursos de la región (y por mucho), no sólo es necesaria, sino irreemplazable. Ningún otro país tiene la capacidad de respuesta que las condiciones de Haití exigen. Muchísimo menos Venezuela, cuya modesta ayuda, si bien es tan importante como la ayuda conjunta de toda la sociedad internacional, queda como un grano de arena al lado de un gigantesco peñón que representa la ayuda de los Estados Unidos. Esto mata a Chávez de envidia.

Obama está resultando ser el héroe, y por ello Chávez lo odia un poco más que antes. Porque la verdad es que nuestro presidente y tirano de Venezuela todos los días demuestra que su salud mental está en crítica decaída. "...por medio de sus armas de terremoto." Por amor a Cristo, armas de terremoto. Y es que lo que me resulta peor, lo que más indignación me causa, es ver como estas declaraciones del presidente Chávez no responden a ningún otro criterio que sus propios complejos y ambición de poder. En su guerra personal contra los Estados Unidos este sujeto es capaz de pasar por encima de un sufrimiento tan duro, de utilizar el dolor de un pueblo entero para capitalizar victorias políticas, de hacerse del drama por el que pasan los haitianos en un gesto humillante para insultar de manera absurda a su enemigo imaginario. Estamos en presencia de un hombre que obedece estrictamente a sus pulsiones más degradadas, a unos intereses tan absolutamente egoístas, en un afán de poder tan lamentablemente elevado, en un arrebato patético de envidia que nos demuestra quién es Hugo Chávez Frías. Un hombre sin límite a la hora de insultar y de humillar, y capaz de utilizar el sufrimiento ajeno para sus fines personales. Este es el hombre que gobierna en Venezuela. Palacio Nacional de Haití luego del terremoto.

martes, 19 de enero de 2010

Drácula, fama universal



Desde temprano el mito de los vampiros fue uno de mis preferidos. En general yo era el tipo de niño que gustaba de las películas de terror, los monstruos y los aliens, en vez de los super héroes, los G.I. Joe o los soldaditos de plomo. Lo mío eran los "bad guys". Y hasta ahora siempre se ha mantenido mi personaje preferido de todas estas historias de terror y fantasía el tan conocido y popular Conde Drácula. Uno de los personajes que más versiones cinematográficas ha producido, en sus más distintas versiones, desde Nosferatu de Murnau hasta Bram Stoker's Dracula de Coppola. Y es que la historia de Drácula se nos ha presentado a veces de manera magistral, y otras en películas "pop" de deplorable calidad. Desde el clásico monstruo proveniente de la oscuridad de las montañas de Wallachia hasta el rockero metrosexual de las novelas de Anne Rice.

Todo comenzó con un emprendedor escritor en la Inglaterra victoriana cuando publicó su novela que se convirtió hasta hoy en uno de los géneros más populares de la literatura de terror. Bram Stoker, de origen irlandés, director de teatro, se cautivó por los mitos rumanos de los rincones más aislados del Imperio Austro-Húngaro, sobre estos cadáveres que despiertan de noche y merodean en la oscuridad buscando entre los vivos a una presa de quien alimentarse bebiendo su sangre. La imagen se ha hecho tan popular que hasta se nos presenta de manera jocosa. Pero piensen lo que habrá sido para el curioso inglés de finales de siglo XIX la idea de estos monstruos. La fórmula de Stoker fue explosiva. Juntó el mito de los vampiros con uno de los personajes más famosos y controversiales de la historia de Rumania; Vlad Tepes Dracul. Por lo demás la novela es excelente y verdaderamente terrorífica en algunas partes. Para los aficionados a la literatura de terror, este es un clásico que no se puede pasar por alto.

En todo caso, la imagen mística del guerrero que empalaba a sus enemigos a las afueras de su castillo, y acompañaba sus comidas con la sangre de los caídos, luego vuelto desde la muerte en la forma de un demonio que depreda las calles de la poderosa Londres y arruina la vida de más de una familia, es sin duda una historia tremenda que da mucho para comentar. No sólo la novela es genial, contada, como era usual en la literatura inglesa de aquellos años, en primera persona a través de las experiencias de los personajes plasmadas en sus diarios y cartas. Por lo demás, en mi opinión, hasta ahora la película más fiel a la novela es la dirigida por Coppola de 1992, con Gary Oldman como Drácula, Winona Ryder como Mina y el legendario Anthony Hopkins como el Profesor Van Helsing. Ganadora de tres premios de la Academia, es una película que deben ver.

viernes, 15 de enero de 2010

Beowulf y la muerte


"O flower of warriors, beware of the trap.
Choose, dear Beowulf, the better part,
eternal reward. Do not give way to pride.
For a brief while your strength is in bloom
but it fades quickly; and soon there will follow
illness or the sword to lay you low,
or a sudden fire or a surge of water
or jabbing blade or javelin from the air
or repellent age. Your piercing eye
will dim and darken; and death will arrive,
dear warrior, to sweep you away."
(Beowulf: línea 1758)

Este hermoso fragmento pertenece al poema anglosajón de tiempos perdidos cuyo autor es desconocido y su nombre es Beowulf. Si bien el poeta es inglés, la historia es mucho más antigua y relata de los tiempos de los daneses previos a la expansión del cristianismo por esas tierras; entiéndase, antes de Carlomagno. En este fragmento nos habla el rey de los daneses Hrothgar, el cual agradece a Beowulf, el héroe de la historia, por haber matado a los dos demonios que depredaban su reino: el demonio Grendel y su madre.

En medio de la lectura del poema me impactó de inmediato el arte con el que se describe el paso del tiempo de la juventud a la vejez, y la importancia de la humildad en medio de este proceso inevitable. Pero más impresionante aún, el papel escondido pero implacable de la Fortuna, diosa romana de influencia universal, cuando el anciano rey le recuerda al joven héroe que es totalmente impredecible la llegada de la muerte, ya bien sea por el hierro, la enfermedad o la vejez, Beowulf morirá. Y esta es una enseñanza de la cual todos tenemos que aprender para enfrentar el paso del tiempo. Uno es joven y la muerte se ve tan lejana, pero la verdad de los hechos nos aconseja a vivir siempre concientes de que en algún punto todo tiene que acabar.

miércoles, 13 de enero de 2010

Sueños nevados

Desde pequeño ha habido una ciudad que se me ha quedado gravada en la memoria. Esa ciudad es Nueva York. La primera vez que la visité no tenía ni diez años. Recuerdo que fue en invierno, y que fue también la vez que descubrí la nieve. Para muchos que viven en latitudes donde neva, esto de "conocer la nieve" puede resultar tonto. Para un niño del Caribe cuya experiencia de temperatura más baja no habrá disminuido de los 10 grados, encontrarse con la nieve fue casi religioso. Y, especialmente, cuando la nieve con la que te encuentras cae desde los cielos de Manhattan. Años después volví, como a los once años, pero en verano. Yo no aprendí a caminar por las calles de mi ciudad natal, Caracas, sino como hasta los dieciséis años. Antes de eso, mi única experiencia caminando sólo por la calle, tomando el metro y desplazándome con total control fue en ese verano en Nueva York. Desde entonces he vueltos a ir dos veces más: en el 2007 y el año pasado. En estas últimas oportunidades fui con amigos en un viaje académico, y desde entonces he soñado con esa ciudad casi todos los días. Si mi ciudad de la historia es Roma, la ciudad de mi vida es Nueva York. El año pasado visité por segunda vez el Brooklyn Bridge Park, un pequeño parquesito a orillas del East River, entre el hermoso y viejo puente de Brooklyn y el leviatánico Manhattan Bridge, con una vista impresionante de Manhattan nocturna del otro lado del río. Esa visión es para mi casi religiosa, y la guardo en mi corazón con la más pura nostalgia. Esa segunda vez en ese pequeño parque estuve con mi queridísimo hermano Juan Andrés y dos amigas mías que quiero con profundo cariño, Naimeh y Titi. Fue uno de los momentos más especiales de mi vida, y me llevé de las orillas una pequeña piedra que guardo conmigo desde entonces. Ese es mi pedazo de Nueva York. Me he prometido que un día la devolveré a la rivera de donde la cogí, y esa vez será para siempre. Nueva York ha sido desde niño la ciudad de mis sueños, y con ayuda de Dios tendré el inmenso orgullo de llamarme newyorkino para antes del final de este año.
NOTA: es tan común hoy entre los venezolanos buscar en el exterior el orgullo que no consiguen en casa que, además de ser lamentable, es el motivo por el cual Venezuela es, en mi opinión, un país sin futuro. Muchos se van a muchas ciudades: unos a Paris, otros a Oxford; unos incluso a México D.F., otros a Bogotá; hay los que se van a Roma, Barcelona o Miami. Con ayuda de Dios yo me voy para Nueva York.

Un saludo desde la entristecida Venezuela.

martes, 5 de enero de 2010

El verdadero San Nicolás


Aprovechando la celebración de la Navidad que acaba de pasar, les quería hablar un poco sobre la mezcla interesante de tradiciones que tenemos nosotros los occidentales. En principio todo se inspira en el Santo patrón de Grecia y de muchas profesiones comunes, San Nicolás. Este buen hombre fue obispo de Myra en Lydia, al sur de Anatolia, territorio cristiano que desde hace casi mil años los turcos nos han secuestrado. Pero el problema ahora no son los turcos, es el extraño personaje que es ultra famoso llamado Santa Claus.

San Nicolás vivió entre finales del siglo III y primera mitad del IV después de Cristo. Desde entonces ha sido, y todavía es, uno de los santos más populares de los cristianos de todas partes: en el cristianismo ortodoxo, entre los católicos romanos, entre protestantes y reformadores, desde Moscú hasta Cincinnati y más allá. Las leyendas alrededor de este santo son muchas, la más famosa quizá, en la que secretamente y por la noche regaló a una familia pobre compuesta por un padre y tres hijas, una bolsa de monedas de oro a cada una de las niñas para que pudieran casarse y así evitar caer en la prostitución. Pero lo más impresionante, que hoy en día su reliquia, casi completa, en la ciudad de Bari al sur de Italia, todavía segrega unos líquidos inexplicables que se dicen ser milagrosos. El día de su muerte es el 6 de diciembre, por lo cual ha pasado hasta nosotros como el día de San Nicolás.

Ahora bien, la memoria de nuestro santo cristiano se ha mezclado con tradiciones tan variables como la imagen del mítico rey del panteón nórdico Odin. Y es que los nórdicos celebraban una festividad en diciembre de carácter estrictamente pagano cuya figura prominente era una cabra. En el siglo XVII inglés y holandés se popularizó la figura de este viejo elfo montado en una cabra que representaba la felicidad de la navidad. Luego se le llamó Padre Navidad. Los puritanos de su tiempo rechazaron la tradición como pagana y anticristiana, no sin razón.

Pero nuestro actual Santa Claus es una invención del siglo XIX new yorkino. Basado en la tradición holandesa de Sinterklaas, algunos poetas, pero especialmente el dibujante Thomas Nast, popularizaron la figura de nuestro actual personaje navideño, el sueño de muchos niños occidentales. Lo que comenzaron siendo libros infantiles como tanto abundan, en el siglo XX pasó a ser uno de los iconos más influyentes de la festividad de la navidad.

He querido hablar de Santa Claus por varios motivos. El primero, que yo soy contrario a la tradición de mentirle a nuestros niños con la historia de Santa Claus. En Venezuela el personaje es muy poderoso, y tal como lo recuerdo hoy, el día que mis padres me revelaron la verdad fue, quizá, uno de los días más infelices de mi niñez. Sin duda me sentí estúpido, engañado y por un momento pensé que dejaría de creer en la Navidad. Luego, muchos años después, he reflexionado sobre esta peculiar tradición y me he dado cuenta que de hecho es dañina. A lo que vengo con mi segundo motivo: se ha secularizado la importantísima celebración navideña del nacimiento de Jesucristo por la idea de la recepción de regalos de este señor fantasioso. ¿Qué le estamos enseñando a nuestros niños? De hecho, dentro de la tradición cristiana tiene mucho más sentido que los padres le regalen a los niños en la fiesta de los Reyes Magos del 6 de enero, pues son ellos quienes traen regalos para el recién nacido Jesús, como tengo entendido que todavía se hace en España.

En conclusión, no puedo estar de acuerdo con la tradición de Santa Claus porque no debemos partir de una mentira adrede para celebrar la navidad; porque no debemos ignorar la importancia del nacimiento de Jesucristo por la fama de un personaje fantasioso de cuentos infantiles new yorkinos del siglo XIX. Otro motivo que no deja de ser importante, porque la figura del viejo gordo educa el deseo de posesión en los regalos de Santa Claus en vez de la comunidad de la paz y el amor en el nacimiento de Cristo. Y por último, que el santo real y verdadero es San Nicolás, que poco tiene que ver con lo que nosotros hoy entendemos en Santa Claus.